3 ene 2014

Era de noche y había luna. Un canto venía de lejos, de aquella misteriosa biblioteca.

LA BIBLIOTECA DE ALT TREPTOW

 

Fue en un lugar cercano al Treptower Park

frente a la terraza de un restaurant atendido sólo por Olof un hombrecito triste. Su tristeza se debía a que nadie del barrio entraba en el local.

 

El barrio modernista Alt Treptow

estaba habitado casi exclusivamente por atemorizados ciudadanos de la desaparecida RDA.

 

acostumbrados a no salir de casa

a cambio de un plato en la mesa y cerveza suficiente para adormecerse junto a un televisor escupiendo anuncios disfrazados de noticias.

 

Según se vaya a su encuentro,

-al encuentro de Olof sentado en la terraza de la entrada lujosamente amueblada, se puede conseguir su esmerada atención. Y esta era su peregrina particularidad.

 

Yo conseguí -con paciencia y asiduidad-

ganarme su aprecio. Entre café y café se quejaba más que conversaba. Nadie –decía- viene a este local ni a comprar tabaco.

 

Era un hombre aficionado a la lectura

-sobre todo a los acontecimientos de una "historia universal" explicada como una verdad absoluta por los profesores rusos.

 

Llegué a conseguir

que cocinara para mí un Halbe Ente1 y que brindara conmigo con un Côtes du Rhône.

 

Con el cuerpo ya entonado

Olof me introdujo en una estancia a través de una puerta simulada por un mueble y un cuadro. Desde allí descendiendo por una estrecha escalera de madera accedimos a un recinto abarrotado de libros como una biblioteca.

 

Muchas veces me he preguntado

si realmente estuve en ella o fue sólo un espejismo -producido por el vino- de un nuevo y desconocido desierto.

 

Recuerdo que era una estancia

con cuatro pasillos llenos de libros hasta el techo y una salita con un escritorio de unos cuarenta metros cuadrados. Eran unos pasillos que se perdían en la sombra poblados de murmullos sepulcrales y, al parecer,

 

Olof era el bibliotecario,

único ser viviente en todo aquel subterráneo.

 

Ojeé algunos libros,

todos raros y que nunca había visto antes, con títulos que aludían curiosamente, a hechos sobrenaturales.

 

Aquél que no pude olvidar

se titulaba "La Creación Mística bajo el Vigesimoctavo Mundo". Estaba encuadernado al modo veneciano.

 

Oscuro y en oro,

con láminas que me parecieron pintadas a mano. Me sobresalté bastante cuando quise releer un capítulo y ya no era el mismo que había leído la primera vez.

 

¿Qué sucedía con el texto del endemoniado libro?

 

Decía en una parte especialmente llamativa:

"El Vigesimoctavo Mundo no fue descubierto por nadie. Nosotros, pueblos antiguos y primeros de estas tierras lanzamos un llamamiento, fue escuchado".

 

"Vinieron seres de corazón helado.

Nos suicidamos. Fue la entrega de nuestras hijas en manos del Sol de Oro".

 

Pregunté a Olof y nada.

No supo responderme.

 

Miré, estaba solo, la única luz era mía.

Quise leer nuevamente pero ya había cambiado el trozo alucinado. Me levanté de aquella silla recubierta de resina seca de pino, salí.

 

Era de noche y había luna.

Un canto venía de lejos, de aquella misteriosa biblioteca. En días sucesivos volví al Restaurant de Olof.

 

Desde aquel día

se mostró especialmente amable conmigo su único cliente. Y detrás del mueble y el cuadro de la sala de billar no había ninguna puerta oculta.

 

                                                                        Johann R. Bach

 

1.        (Halbe Ente =  Medio pato) Plato típico alemán.

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