11 abr 2013

ASMA HÚMEDO Y EL ESCARABAJO BLATA ORIENTALIS

Asma húmedo  y el escarabajo Blata orientalis

Aquel junio estaba siendo particularmente húmedo;

llovía cada día y continuamente el paisaje se oscurecía amenazando las esperanzas de los que gustan de pasear por el parque.

 

La persistente lluvia originaba

el desprendimiento de millones de flores de los centenarios tilos creando un manto amarillo que destaca sobre el fondo grisáceo de los caminos del Treptower Park.

 

Sentada en una austera silla,

protegida por un inmenso vidrio, al abrigo del viento y la lluvia, frente al parque, observaba apaciblemente el paisaje. Escribía notas sueltas que luego, no sabía cuándo, tendría que hilvanar.

 

Rompiendo el silencio del café al toser,

entró un hombre acompañado de una mujer bastante más joven que él; la mujer le ayudó a acomodarse en la cálida mesa de madera maciza situada frente a mí.

 

Tuve la sensación

de que los había visto ya en alguna otra parte, como si esa escena la hubiera vivido la semana pasada. No es difícil que haya sucedido eso en un lugar donde las escenas insustanciales se repiten ante la avalancha de inconvenientes del clima lluvioso.

 

El hombre se despojó del impermeable

y la gorra. Su acompañante los colgó en el perchero casi sigilosamente. El hombre seguía tosiendo mientras intentaba leer la carta del menú. Aparentaba unos sesenta y cinco años, aunque es posible que fuera algo más joven por su enjuta constitución.

 

La dama acompañante, de aspecto más fuerte,

pletórica parecía conocer, por su comportamiento decidido, cómo actuar en tal situación: pidió un té para él y un latte machiatto para ella.

 

De pronto me vino a la memoria

algo que me hizo comprenderlo todo.

No los había visto antes: Niko me contó en cierta ocasión que conoció a un hombre que padecía una bronquitis asmática que empeoraba en tiempo húmedo.

 

El hombre, cuando se sentía mal,

se aliviaba tomando un té caliente. Cierto día lluvioso se encontraba muy mal, no paraba de toser y le pidió a su mujer que le preparase un té.

 

Al tomar el té

el hombre se sintió tan extraordinariamente bien que le preguntó a su mujer qué le había puesto en el té. La mujer, no dando importancia al hecho destapó la tetera para demostrar que le había hecho un té sin nada especial.

 

Su sorpresa fue mayúscula

cuando descubrió que en el té se había cocido un intruso escarabajo.

 

Aquella noche cuando Niko,

me susurró al oído lo obvio, cuando oí sus gemidos, cerré los ojos y sentí más que aprendí...

                                                                                                  Elisa R. Bach

1 comentario:

  1. Me encanta tu sitio,
    exhala buena literatura,
    me paseo por tu casa,
    gracias

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