26. FIBONACCI Y LAS MARGARITAS
Azucenas, ranúnculos, caléndulas
bellis perennis, girasoles y árnicas todas hijas o hermanas de las compuestas margaritas, van de la mano como una sucesión de Fibonacci.
Ya no dan la impresión de originales
porque son numerosas. Y llaman la atención con ese bulto de estambres aceitosos graduado y amarillo. Los pétalos lo enfocan: ahora las pestañas se hacen anchas.
¿Por qué no las podemos
llevar a un funeral? Y en la noche, como niños, sin ansiedad encierran sus conciencias con los pétalos blancos.
Alegres, individuales
como la sufrida Arnica que resiste en pie vendavales, lluvias y nieves; su maltrecho pelo muestra su soledad.
Su hermano mayor el infatigable girasol amarillo cubre la hierba con versiones de un ojo. La fuerza de su mirada plena, sencilla, sólida, contenta. Giratoria y doméstica como el vino.
Algunas margaritas
son como multitudes que esperan una palabra cada una, cada una una mirada… una caricia sobre la piel quemada;
ésas son las alegres y ardientes caléndulas que sólo se ponen tristes cuando una nube oscura le priva de los hilos de oro del dios Sol.
Si eso ocurre se encierra en sí misma;
una gota de cristalino jugo como una lágrima evita las cenizas de su cabellera y no se marchita.
Cuando se van,
te arrancan las margaritas una expresión de exaltada simpatía. Ricas hasta el último intervalo con sus tubos diminutos de polen, de aceite.
Para el ojo,
-las margaritas de los campos- son simplemente para el ojo, y sin olor alguno. Para el espíritu es, su órgano invisible. Cada orgullo necesita su Bellis perennis… esa sensible cosa.
Cada orgullo necesita su Bellis perennis...esa sensible cosa.
ResponderEliminarEspectacular cierre.
Saludos Joan