Mikonos
VIAJE HACIA MIKONOS
Sabes bien
que no has decepcionado del todo a aquella joven que fuiste:
muchos de sus sueños,
inquietudes, aspiraciones se convirtieron en excrementos para estercolar, pero del impulso inicial aún te quedan fuerzas.
De no ser así, no hubieras sobrevivido:
el aroma que vas dejando a tu paso
es aún fresco como el de una rosa y sigues transformando el mundo con ciertos hechos cotidianos como saludar con la sonrisa y amar con la mirada.
Tus sueños son como las jarcias
y las crines de los grifos1 dorados que se oyen lejanos en la oscuridad, al estar sola, entre remos y fanales… mientras flotas en el viento del puerto dispuesta a embarcar y partir para Mikonos.
Muchas veces esa triste nave de tus sueños
partió sin ti, con su espectacular monotonía; con sus bronces y sus juegos de agua llenos de música:
el brillante clamor
de un ritual de gracias escondidas y una sabiduría tan vieja como el mundo.
También alguna vez, hiciste el viaje
intentando convencerte a ti misma de que eras dichosa y te repetías a cada golpe de remo:
aquí termina el reino de mi cuerpo.
Y no lo hacías sin guardar rencor
sino con un deseo inhábil que no colman las acrobacias de la voluntad,
y cierta ingratitud no muy profunda.
Tenías demasiados críticos
acercándose a tu piel como si fueran trampolines. Demasiados cayendo de nuevo a la piscina de sí mismos.
Johann R. Bach
(1) Grifo: animal fabuloso, mezcla de león y águila
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