LA FLOR DE TODOS LOS COLORES
¿Hace mucho mi amor, que no te digo
que eres la flor que suma todos los colores sobre mis ojos?
Desde las márgenes
de la luz de las estrellas -del negro al blanco- el marfil que araña la carne, ruedas –tú, mi compañera- por un manto de porosidades;
el crudo garfio antepuesto al sentir,
despreciado y brillante, como un ojo malherido y tendido en un puente de estertor, distinto a una pizca de grafito,
el marfil, el hálito blanco de tu carne,
acompaña al dardo solar, lengua de luz huidiza hacia las letras claras de mi vacío.
Como un recuerdo seco,
seco y lleno de los despojos fríos de la luna, en lo cotidiano de la necesidad tu nombre cede al ser, y
eres -mi amor- la piedra ardiente,
la cosmogonía de la llama, el balbuceo del origen, pulsión y anulación, la flor que suma todos los colores sobre mis ojos, la palabra que no tiene sílabas, la liturgia profunda de la carne más gustosa.
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