27 jul 2012

LA PORTE DE CHARENTON





Ustedes que no creían –y no creen- en nada
que no fuera tangible –para Ustedes claro-
no querían admitir que bajo la piel del mar
había más mar.
Necesitaban encontrar el bosón;

no pudiendo tampoco crearlo,

Ustedes, durante cincuenta años, al galope
no pudieron ceñirse su soledad de paja
absuelta, inacabada. No supieron
guardar el secreto de su ignorancia,
del alto sol señor de la jornada

del sol que irrita, que vehemente fatiga,

que la noche es ausencia y podrían pasar frío.
No supieron encontrar Ustedes el BOSÓN
y le echaron la culpa al SOSÓN –otra partícula-
responsable de la comunión
entre el vuelo de los pájaros y la lluvia ácida;

responsable de un horizonte hecho de manos

de compañera y pan de los que tienen miedo
de desaparecer si no dan señales
de algún descubrimiento. Ya no recuerdan Vdes.
aquella única vez en que un auricular
colgó de sus orejas alaridos

para decir amor aun siendo ateos.

Les he visto uno a uno
engullidos como vivieron: por costumbre.
No es raro, pues, comprobar
que en lugar de estar contentos,
les embargue su desazón:

A Dios no le hizo falta reservar un gran espacio,

una única hectárea de tierra allá en las nubes
era suficiente para aparcar todos vuestros BOSONES
y aún quedaría espacio para los SOSONES
en caso de que logréis descubrirlos.
Estos versos, rompiendo silencios no placen y

ruego perdonéis a los poetas su mal humor

si no les ha gustado, por falta de sal,
esa sopa de bosones y sosones.
Y ese verso que escribes mientras la tierra calla,
ese campo doméstico que muge sin acento
y los instantes con sonrisa se puede

hilvanar como tu silueta se cose a la penumbra.

Es tan agradable ese verso que escribes…
ese silencio meditado carnal subsidio y fruta
convierte el arrullo del Sena
y el cielo gris de París junto a la Porte de Charenton,
lejos del Monasterio, en cálida caricia y a ti,

prófuga como un globo, te hace ir masticando el aire.
                                                    Elisa R. Bach
  

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