ESPÍRITU BELLO Y DULCE
Poco a poco, de noche a noche
sientes que la piel se suaviza,
se va desprendiendo de las escamas
de esa insaciable manía de pensar en ti,
cómo tu encierras en tu memoria
en frascos diminutos, topacios casi opacos.
No has medido la distancia
entre el Monasterio y tú;
te fuiste lejos en espacio y tiempo
has intentado una nueva vida
calificada por tus "hermanas" de loca
y ya ves, poco a poco,
se van desgranando los pétalos,
has cambiado tus vetustos zapatos
por sandalias aladas desconociendo
a donde ir, no tener rumbo, ni pecado,
ni manzana a la que echarle la culpa,
pero amar aún antes de haber amado
es tu vocación, tu don de intensidad
dispara las estrofas apuntando a las sienes
como en una ruleta rusa;
has apostado por ti misma
y tu grito frente al horizonte
lamiendo lunas tristes fuera de las iglesias.
No te has atado a ninguna distancia
y llevas en tu mochila una lápida cincelada
en las horas más leves
con un epitafio que reza
oraciones apócrifas
y tinta encadenada a los nudillos.
Escribes sobre las piedras movedizas
como las piedras druidas de Charenton-le-Pont,
que la belleza de una mujer, sólo por lo fugaz,
es valuosa, pero su corazón no se rompe fácilmente
y como tantos poetas en este mundo sabes que
el espíritu bello y dulce no puede ser espíritu trágico.
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