BLUES Y LLUVIA
Son tus antípodas: los pies, tu vivir;
los sueños, tu vida. Sin más espacio
sin orillas, unos escasos cientos
de miles de centímetros son tu
contrasentido.
Se te clavan los pies pero
los sueños se te deslizan como un swing.
Diciendo que no, buscas la vida;
no quieres los besos fáciles del odio,
ni ninguna obligada palabra
que pueda insultar al corazón.
Sabes que si le llamas, cogerá un taxi,
cruzará la desmedida realidad por verte;
reconoces que al final temblarás
por el beso que ahora rechazas,
y venderás el alma por una mano
llena de dedos perdidos entre tu pelo.
Pero no quieres
ninguna sobornada Felicidad.
No le perdonas al ladrón de tus sueños
haber disfrazado las noches
con sombras blancas resbalando
entre estrellas y lágrimas de placer.
No es tan fácil contentar la soledad y el
mundo transitorio que te ofrece
un asiento de atrás,
su refugiada bóveda de sueños,
luces intermitentes como conversaciones,
carteles encendidos en la brisa,
que no son el destino, pero que están
escritos encima de nuestros ojos.
Sabes que tus palabras no tendrán
ese tono lujoso, que los aires inquietos
de tu pelo guardarán la nostalgia
artificial del sótano sin luz
donde te espera, y que por fin,
al despertarte entre olvidos a medias
y detalles sacados de contexto,
tendrás piedad o miedo de ti misma,
vergüenza o dignidad, incertidumbre
y acaso lujurioso malestar, el golpe
que nos dejan las historias
contadas una noche de lluvia e insomnio.
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