PREPARAR LA CENA PUEDE FORMAR PARTE DE UN SUEÑO
Cuánto te hubiera gustado
que alguien fuera del Monasterio
besara todos tus camisones olvidados.
Y, en algunos descubriera
que se olía sólo que no habías dormido
tus propias noches.
Y tus faldas y camisetas
extraídas de dentro de una maleta perdida
como si las hubieras arrancado
de un lecho de flores, tan empolvadas
estaban de los cosméticos de tu piel que
temían los remordimientos solitarios.
¡Sí!... Las tinieblas infantiles
de tu día de hoy imitan a la noche de ayer.
Te es imposible imaginar
qué hará cuando te vea… La abandonaste
cuando sólo tenía quince años.
Temes que ya no te recuerde
y… ¿cómo reaccionará su marido?
Sabes que el hombre que nunca tuvo miedo,
no sabe qué es una mujer o la voluntad…
Sí, Silvia… Algo entre la visión y la aparición…
Como tú…
Pero cuando os encontréis (como dos niñas
depositadas en el umbral de la orfandad),
entraréis en el cálido interior del auto,
viajaréis hacia una casa soñada,
con demasiados libros, pero también
con estatuas y cuadros y un piano sobre
un animal que se come los colores de la alfombra.
Allí por fin un lugar donde podría crecer tu humildad,
un espacio donde puede reinar mucho desorden,
donde sacudir sin miedo el polvo
y ponerse a hacer la cena… la mejor de tu vida…
y un momento en que le pidas un beso a los niños
antes de enviarlos a la cama.
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