70. La tarde es una mano
Las gaviotas navegan contra el viento,
atraviesan el espejo del horizonte,
la arena se enfría de nuevo,
aparecen los astros en el azul
con su mutante azimut
llegan los barcos
como caballos fatigados.
Del cuerpo del mar
surgen sombras húmedas,
coros de voces y melodías
de antiguos ritmos,
se levantan las olas,
bajan blancas, desnudas,
hacia el gris, denso silencio.
La tarde es una mano
que se extiende hacia nosotros,
la tierra una isla
que nos espera
desde tiempos remotos;
la piel del mundo,
construida pacientemente
con antigua lava
y vapores volcánicos,
baña sus puntas agudas
diariamente hasta conformar
los guijarros del atardecer,
las nubes y su gesto.
El muro de vidrio se rompe,
finos hilos de plata
flotando en el viento
mojan rostros y manos
unos ojos de lobo te observan.
Elisa R. Bach
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