La luz del granado
Silbando en cámaras abovedadas,
atraviesa la tramontana
con su terquedad y murmullo
un auténtico laberinto de flores fucsias,
la luz salta en él esparciendo sus sonrisas
de frutos granados de vida.
El legendario arbusto ríe a carcajadas
con hojas recién nacidas en el alba
abriendo los colores desde arriba,
estremeciéndose de triunfo.
Cuando se despiertan los campos
y tú siegas con tus rubias manos
los tréboles de tus sueños,
es el granado el que pone inesperadamente
en tu verde cesta las luces.
¿Ha sido siempre el granado
el que ha disipado la niebla del mundo?
Nunca triste, nunca gruñón
grita la nueva esperanza que nace,
saluda en la lejanía sacudiendo un pañuelo
de hojas de llama fresca,
a dos mil barcos que rasuran el horizonte
que con olas que dos mil veces van y vienen
civilizando playas y acantilados salvajes.
Es el granado el que hace rechinar
las altas velas y veletas que se refriegan
en el aire transparente y en las alturas
con el racimo cobalto, insolente,
lleno de peligro.
Quiebra el granado
-como el fulgor de tus ojos mi amor-
con la luz en medio del mundo
los nefastos tiempos llenos de huracanes
y, de parte a parte, extiende
su pequeña yema del día.
No importan las tormentas que destruyen
y arrasan ciudades y campos
el granado siempre volverá a llenar
el Mediterráneo
de Granadas y Barcelonas.
Elisa R. Bach
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