Siempre te soñé
entre polígonos y firmamentos
llenos de estrellas
como una antigua diosa desterrada
de La Atlántida
que observa desde lejos su reino
y todavía ejerce su poder
como una luna llena
sobre valles transformados en pantanos,
sobre bosques frescos acosados
por un urbanismo irreverente,
sobre mareas tintadas con petróleo,
sobre iluminados que se creen salvadores
y sobre mujeres que aún menstrúan.
Pero hay un enigma en la transparencia
del aire de los pueblos del Pirineo,
como en la persistencia
de esas iglesias románicas
sumergidas en los pantanos:
su espíritu perdura bajo el agua
y cuando el nivel de ésta baja
y la angustia de los hombres regresa,
lo hace también la piedra erguida
como islas de coral, como una promesa
que la ingeniería del mundo
no ha podido destruir.
En todo ello veo tu presencia
y esta certeza
de la permanencia de lo esencial,
la aprendí de ti
en ese París, baile sin fin
de piernas maravillosas:
el comer, entre la impecabilidad
y la delicia; en las librerías,
la sensación que en Europa
aún hay casas donde refugiarse
y que son consuelo de angustias;
y que en las calles aún hay vida
como la que nos hubiera gustado.
Elisa R. Bach
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