12 oct 2016

Desearía, Cassia amor, que salieran todos de esta memoria evocadora con su amor,


LOS AMANTES DE ERMESSENDA

Aunque sobrepasé largamente el número de dieciocho
–los hombres que de promedio experimenta sexualmente una mujer moderna- te cito aquí, Cassia amor, algunos de mis amantes.

Aquel Sebastián que no dejó de ser mi amante:
su alma me abandonó un día mientras estaba sentado en la acera con un ataque de esquizofrenia definitivo.

Augusto se fue con otra mujer llena de joyas;
no pudo renunciar a su deseo de ser rico. Un ataque de apoplejía lo condenó a la prisión de una silla de ruedas.

Narciso, el más ególatra de todos,
consideró que era demasiado madura para él: no soportaba mis ideas distintas e independientes; se fue, como era de esperar, tras las faldas juveniles y fáciles. Fue uno de los pocos que, al abandonarme, me alegró la vida.

Carlos… era buena persona.
Quería hijos que no pude darle. Jugó como un niño a nada y tuvo suerte: volvió a la casa de sus padres donde le ofrecían todo cuanto quería.

Casimiro… que no regresó jamás
de una guerra que no era la suya. Lloraba ante la imagen de un niño hambriento y se olvidaba de yo también necesitaba sus atenciones.

Alejandro prefería la compañía de su fiel podenco.
Sólo se preocupaba de pasear por el parque con su querido can. Encontró una compañera que vivía entre dogos. Era el gran amigo de los animales.

Antonio… fue el mejor de mis amantes.
Aún le llevo flores a su tumba y así converso con mi muerte porque me lo disputa hasta la tierra. Era piloto de coches de carreras.

Pablo… uno a quien nunca quise lo bastante,
obra de sueño, conjetura, pero una buena máquina de amar. En sus labios carnosos se acumulaba la tensión, el placer y el dolor de no comprender que todos somos humanos.

Serafín me fascinaba con sus pinturas al óleo
y me halagaba su mirada sobre mi cuerpo desnudo al posar para él. Yo era sólo su modelo. Fue él el que me enseñó a contraer la musculatura vaginal.

Alcestes, el relojero,
era meticuloso en todo lo que hacía, especialmente en el vestir y en el cuidado de su cuerpo, pero era tan tacaño que hasta el semen se guardaba para él.

Daniel, el más joven de todos.
La ingenuidad de sus quince años me excitaba sexualmente hasta el delirio. Tuve el inmenso placer de ser, además de su primer amor, la diosa iniciática (deseo que todas llevamos en secreto), la Maestra de sus Sueños.

Desearía, Cassia amor,
que salieran todos de esta memoria evocadora con su amor, pues tengo frío ahora. Y me gustaría que supieran todos, que los llevo de la mano. Sus sombras estallan como un mito de vez en cuando aquí en esta Casa de Huéspedes pues fueron lo bendito hombres que, con sus virtudes y defectos, me sirvieron de aprendizaje en la vida.

Ya ves mi amor, heme aquí

en esta Casa de Huéspedes abrazándote con mis brazos de ahora y mis huesos saben que vuelven a estar juntos, junto a los tuyos y que ya no volveremos a tener frío en estas largas noches. Sabes que mi amor no entiende la palabra desaparecer como sinónimo de muerte; para quererte siempre no me necesita a mí.

                                                                                        J. R. Bach


2 comentarios:

  1. " Sabes que mi amor no entiende la palabra desaparecer como sinónimo de muerte; para quererte siempre no me necesita a mí."No necesita de mi mi amor para quererte siempre,es esta frase dedicada a Cassia el amor más puro,espiritual ,místico que sobrepasa la vida y la muerte después del relato de Ermessenda de sus amantes en vida.Entrañable,poeta!!

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  2. corrección de xana.

    ...."No necesita de mí mi amor para quererte siempre, ... (el primer mí debe acentuarse por ser pronombre)

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