NO QUERÍA COMER COMO LOS HOMBRES
La primera vez
que vino a mi consulta la vi encerrada, acurrucada como en un espacio rugoso y oscuro
como un interior de corazón.
No puedo más –me dijo-
estoy moribunda, ovillada en un lugar propiedad de mi marido, habitable sí, pero mortal, como un corazón.
Me siento –confesó-
cada vez más pequeña. Miro al cielo y la luz sobre el puente y los árboles es una luz de invierno;
el agua corre, densa,
cuando me baño y los pies levemente se hunden tocando el fondo de la bañera como si caminara por la orilla del mar:
me siento mal
aunque sé que el agua de la bañera es insuficiente para ahogarme.
Le di diez gránulos
de la Píldora de la Felicidad. Sus ojos se abrieron sorprendidos y alegres: ya no veía el panorama tan oscuro.
La segunda vez
que me visitó se sentó sonriente frente a mí y me dijo. Me salvaste la vida. Ahora quiero que me des algo para adelgazar, algo que me quite el apetito;
no quiero –continuó-
seguir comiendo como los hombres.
Nunca una frase tan sencilla
me había sonado tan femenina.
Johann R. Bach
Trocitos de realidades convertidas en bellas historias prosaicas. >_<
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