26 abr 2015

Sus ojos se abrieron sorprendidos y alegres:

NO QUERÍA COMER COMO LOS HOMBRES

 

La primera vez

que vino a mi consulta la vi encerrada, acurrucada como en un espacio rugoso y oscuro

 

como un interior de corazón.

 

No puedo más –me dijo-

estoy moribunda, ovillada en un lugar propiedad de mi marido, habitable sí, pero mortal, como un corazón.

 

Me siento –confesó-

cada vez más pequeña. Miro al cielo y la luz sobre el puente y los árboles es una luz de invierno;

 

el agua corre, densa,

cuando me baño y los pies levemente se hunden tocando el fondo de la bañera como si caminara por la orilla del mar:

 

me siento mal

aunque sé que el agua de la bañera es insuficiente para ahogarme.

 

Le di diez gránulos

de la Píldora de la Felicidad. Sus ojos se abrieron sorprendidos y alegres: ya no veía el panorama tan oscuro.

 

La segunda vez

que me visitó se sentó sonriente frente a mí y me dijo. Me salvaste la vida. Ahora quiero que me des algo para adelgazar, algo que me quite el apetito;

 

no quiero –continuó-

seguir comiendo como los hombres.

 

Nunca una frase tan sencilla

me había sonado tan femenina.

 

                                                                     Johann R. Bach


1 comentario:

  1. Trocitos de realidades convertidas en bellas historias prosaicas. >_<

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