HAY UN MAR. SÍ.
Los habitantes de Berlín
descubrieron al mismo tiempo que los rusos que
hay un mar en algún lugar
(ya sea entre las islas soleadas de Balears,
o ése que es insondable interrogante entre los archipiélagos de estrellas de las noches mediterráneas).
Hay un mar. Sí.
Y quizá sus mareas han llenado aquellas escondidas y transparentes calas de posidonias de color topacio y con sus burbujeantes crecidas con suficiente agua para el nacimiento de manantiales de vida como en la Albufera de Valencia.
Los enfermos y tullidos se echan en la orilla,
cubren sus cuerpos con el fino barro previendo el milagro. Y por fin, por fin… un mar, un ramillete de vientos y una lengua que acoge junto a ella ochenta idiomas.
Hay un mar. Sí.
Un mar que se bebe la luz, que infunde, poco a poco color: rosa en las pieles delicadas escandinavas, bronce en los niños y felicidad en el pecho de las mujeres.
Sí, sí. Ese mar
donde los copos de espuma derramados sobre los bañistas se descomponen en pájaros blancos alrededor de sus cabezas, volviendo a caer en una delicada avalancha de flores, existe.
Eterno milagro,
belleza una y otra vez nacida bajo almendros, olivos, granados y naranjos.
Johann R. Bach
He de aprender a componer lo que nos quieres dar a entender,,,, puede que seas romántico,, pero enigmatico en tus expresiones,, Es mi manera entender tus poema,, un abrazo
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