21 abr 2014

ángeles como aquellos a los que oí musitarse entre sí ...

LA CAIDA DE LOS ÁNGELES

 

Todo empezó con la caída de los ángeles…

Los continentes emergieron entre unos mares poco salinizados; el agua dulce de la lluvia permitió el brote de helechos entre las rocas y

 

La flor de árnica conquistó las cumbres nevadas,

las margaritas se instalaron a millones en los campos, las caléndulas –auténticos paneles  solares- comenzaron a acumular calor,

 

las abejas inauguraron la primavera:

polinizaban toda clase de flores y sintetizaron la miel del romero, del tilo… y los peces se atrevieron a volar y habitar grandes espacios de aire cálido y

 

transportaron en sus bodegas

semillas de especies lejanas extendiendo la vida; y, de la diversidad, la luz reflejó en los cielos los colores de los mares.

 

Unas criaturas

a las que se les habían atrofiado las alas lo observaban todo. De sus ojos tristes surgió una chispa de entusiasmo mientras sus cejas peinaban la lluvia:

 

Todo empezó con la caída de los ángeles…

 

Tiempos duros habían de venir:

rocas secas en lugar de alimento, el peinar de abuelas y madrastras como consuelo, el cojear de famélicos animales domésticos;

 

tiempos de toses en los sótanos,

dolores de cervicales como símbolo del fracaso; el alejamiento de la hierba del hipérico en el momento del salto a través de la hoguera de San Juan;

 

tiempos en que la traición obligaría

a la muda abnegación del hombre a una conversación de toda la noche, mientras que la mujer había de llevar en los pensamientos leña para la quema de los falos;

 

tiempos, en fin,

en que toda ayuda, para la vida, sería poco:

 

inventaron para ello,

aquellos seres de luz blanca, la música sencilla, los cuentos para niños, el dibujo figurativo, el huecograbado y el arte rupestre, …

 

la poesía para soñar con esperanza

y para la cicatrización de las heridas sufridas en el delicado pecho por las decepciones y los abandonos.

 

Todo empezó con la caída de los ángeles…

 

Pero también ellos bebían vino,

partían el pan y se acostaban con mujeres mortales, y por eso, ebrios, buscamos de nuevo señales en los cielos,

 

entre las estrellas en noches sin luna.

 

Todo empezó con la caída de los ángeles…

ángeles como aquellos a los que oí musitarse entre sí mientras conducían el coche en el que me llevaban hacia las oportunidades de la juventud:

 

"¡Bajito, bajito, no le vayamos a despertar".

 

                                                               Johann R. Bach

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