24 ene 2014

Un perfil fino con la boca entreabierta.

Los ojos y la fina voz de Felisa    

 

Lo que más destacaba de Felisa

era su voz extremadamente fina, casi infantil a pesar de sus cuarenta años y,

 

por su sensibilidad general para la música era

-probablemente su canto y perfeccionismo- una de las mejores del grupo.

 

Cuando su amante la conoció,

ella iba en el séquito de varios hombres de negocios y sólo le llamó la atención su perfil:

 

un perfil fino con la boca entreabierta.

 

Tenía el aspecto

de ser mucho más joven de lo que en realidad era y además su forma modesta de vestir le daba un aire de colegial como el de tantas y tantas mujeres que prefirieron plantarse en la edad del final de la pubertad.

 

De pronto todo cambió en aquella reunión.

Felisa volvió el rostro hacia la mirada de su actual amante, mostrándole los ojos: unos ojos en los uno podía ahogarse.

 

Según Simone el único problema

que presentaba Felisa cuando se trataba de cantar fuera, era su pertinaz estreñimiento.

 

Cuando viajaba su estreñimiento era total.

 

Morfológicamente, Felisa era una mujer delgada

de cintura hacia arriba y más ancha de caderas. Me refiero a una desproporción importante en cuanto a esa característica.

 

Su cuello era delgado

y se le adelgazaba en primer lugar cuando sufría una pérdida de peso.

 

Simone decía de Felisa

que sus manifestaciones psíquicas, y a la vista de lo que ocurrió en cierta ocasión esta mujer pertenece a la diátesis diencefálica –término que yo desconocía hasta ese momento-:

 

cuando no puede mostrar,

liberar, sus emociones, excitaciones; cuando no se puede liberar de un dolor o desahogar una cólera, responder a una vejación,

 

objetar a una contradicción

o vencer una ansiedad y un miedo, entra en una fase depresiva de la que es difícil superarla porque no permite que se la consuele.

 

Cuando permanecía oculta bajo esas emociones,

Felisa asistía al nacimiento de ciertos resentimientos. Se trataba, en realidad, de restos de resentimientos patógenos, porque

 

se encontraba en una situación de inferioridad

frente a los demás a causa de sentimientos que le habían herido y lo que era peor: lo descargaba sobre ella misma.

 

Felisa -según Simone

que la conocía desde hacía muchos años-, era una persona que somatizaba explícitamente todas sus preocupaciones; así era relativamente frecuente que dijera:

 

¿que no puedo superarlo?

entonces me provoco una enfermedad real. Ella pensaba que era ficticia, pero la respuesta al problema se conviertía en una cefalea, una metrorragia, una parálisis, un aborto, un insomnio, una convulsión.

 

En cierta ocasión –me explicaba Simone-

la hermana, Yolanda, me llamó con urgencia a las 11 de la noche porque Felisa estaba sufriendo un "ataque de nervios"

 

al igual que en otras ocasiones

y la tenían inmovilizada en la cama, sujetándola entre todos (familiares y vecinos). Era una noche de tormenta y el aguacero no remitía en absoluto.

 

Cuando llegué –proseguía Simone-, después de atravesar medio Val de Marne y medio París, el cuadro que me encontré era casi kafkiano: varios familiares sujetaban a Felisa que deliraba diciendo cosas absurdas,

 

sacando espuma por la boca

y pidiendo que se le agujerease el abdomen (¿pedía un neumotorax?) para que pudiera salir el cáncer por allí, pedía insistentemente unas tijeras. El labio inferior estaba hinchado y con una fisura profunda en el medio.

 

Aquel triste episodio se superó con nota

y Felisa continuó recibiendo las visitas habituales de su amante.

 

Aquel amor era de un equilibrio admirable

y si además les cuento que aquel hombre era casado, con una posición envidiable, y que,

 

Felisa era jorobada

el lector podrá fácilmente imaginarse aquella relación de pura pasión.

 

                                                         Johann R. Bach

 

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