SUEÑOS DE POETA
En este oficio
–como en muchos otros- a veces uno está tentado de decir que
la poesía no importa,
que no es (para recomenzar)
lo que uno se había imaginado.
¿Cuál es –surge la duda-
el valor de lo que tanto tiempo anhela el escritor:
la calma tan esperada,
la serenidad otoñal y la sabiduría de la vejez?
¿Hay engaño o fraude
en lo que los ancestros de voces tranquilas nos legaron?
Cada vez es más difícil escuchar
a aquellos que hablan de la sabiduría de los ancianos. Es preferible oír la pasión de los que hablan de su locura,
su miedo al miedo y al delirio,
su miedo a la posesión, a pertenecer a otro, a otros o a Dios.
Es obvio que la sabiduría deseable
es la sabiduría de la humildad: la humildad infinita. No importa si pudo prender en el alma de un anciano o en la de un tímido y joven poeta.
En no pocas ocasiones
hay que lidiar con la idea del espacio vacío: El hueco entre los astros es recorrido por millones de fotones a una velocidad de vértigo y constatan millones de paisajes "vistos" en sus trayectorias,
paisajes que aparecen
y desaparecen en un instante.
Es como si el espacio estuviera lleno
de militares, desalmados banqueros, hombres de letras no eminentes, algunos mecenas generosos como neutrinos,
funcionarios que complican la vida
a otros funcionarios,
presidentes de comités
que ignoran o han olvidado para qué se les paga y exigen respeto a sus canas,
señores de la gran industria
que pretenden hacernos creer que sus beneficios llueven del cielo cuando los hay…
cayendo todos en la materia oscura.
Como en un teatro
se apagan las luces para cambiar el decorado, con un hueco rumor de bastidores,
movimientos de sombras entre sombras
y todos sabemos que enrollan y se llevan la colina, el árbol y el paisaje, las altivas fachadas imponentes.
En los espacios abiertos
o semiabiertos el poeta se introduce en el susurro de corriente y relámpagos invernales,
aspira el aroma del indómito tomillo no visto
y dibuja las diminutas manchas rojas que las fresas silvestres han ocupado sus pequeños lugares en el paisaje:
la risa en el jardín,
eco del éxtasis, no perdido sino exigente, que indica el esfuerzo de la partida hacia el Ápex y el nacimiento.
Johann R. Bach
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