Capítulo 59 de "La Chica de Kiefholzstrasse"
- Síndrome del túnel carpiano
ACTEA RACEMOSA C15 - CAULOPHYLLUM C200
- Muñeca abierta
NATRIUM CARBONICUM C200 – RUTA GRAVEOLENS C5
Hoy, a pesar del calor,
he salido a pasear y como soy de ésas que gustan de aprovechar el tiempo, he pasado por el Rathaus de Friedenau para hacer una pequeña gestión.
Luego me he acercado
a lo que hasta ahora era el Plus para comprar pan; estaba cerrado por reformas hasta el día trece (ahora se llamará Netto). He atravesado la Rheinstrasse con la sensación de agobio propia de un día caluroso: el sudor empezaba a invadirme todo el cuerpo y los tobillos empezaban a enviar señales de edema y debilidad al caminar.
De pronto he visto un banco,
situado bajo un frondoso castaño. Me he sentado en él cobijándome bajo su sombra y al sentir la suave brisa que bajaba por la Dickhardtstrasse he sentido alivio sobre mi piel y también en mis pies. He permanecido pensativa durante un largo rato. No tenía prisa.
Además de estar bajo una sombra paradisíaca,
el mencionado banco está situado en un punto privilegiado, pues desde él se pueden observar las seis esquinas que acompañan al Mercado de los sábados. Desde esa posición el solitario banco parece querer sobrevivir a la proliferación de terrazas dispuestas a hacer pagar cara la afición a la cerveza de los vecinos de Friedenau.
He continuado mi paseo
por la Dickhardtstrasse arriba, deteniéndome sólo ante la tienda de artículos suecos; luego me he encontrado con mi ángel protector y hemos tomado mi Wrangler, dirigiéndonos al Rathaus de Schöneberg para hacerme con una viñeta de aparcamiento en la zona 28 válida para cuatro semanas.
Hemos aparcado el Jeep
frente a los coloreados jardines donde sus bancos acogen a multitud de andarines con mochila que buscan un poco de reposo, al igual que yo, bajo la sombra, antes de continuar su camino. ¡Todos ellos se sienten tan molestos bajo el sol!
Allí, ya en la primera planta,
la funcionaria que nos ha atendido lo ha hecho diligentemente. De su atuendo destacaba una muñequera asegurándole la movilidad sin dolor de la mano derecha.
Mientras hablaba iba moviendo la cabeza
con suavidad de un lado a otro con que se evidenciaba un dolor de cervicales persistente. Sus ojos daban la impresión de un alma torturada por el dolor. Mi curiosidad me ha hecho fijarme un poco más a fondo en ella.
La funcionaria era esbelta,
joven y empática; muy empática y parlanchina. Al ver la muñequera no he podido evitar pensar que su laxitud articular era una debilidad parecida a la de mis tobillos.
Al despedirnos nos ha deseado,
con una ligera sonrisa, una buena estancia en Friedenau… Nos ha estudiado con rapidez demostrando con ello su empatía… Siempre es agradable encontrarse con alguien que se nos parece tanto…
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