17 oct 2012

UNA ORACIÓN DEL CREPÚSCULO

                         El Triunfo de Galatea

 

¡Oh noche!

 

Sé que me llamas

al claro del bosque junto a rocas de oro y jacintos, pero aún no he encontrado el hilo de Ariadna que me conduzca a la salida de este laberinto.

 

Sé que me llamas

Para conducirme junto a Acis desde el ámbito en que la claridad es un diamante, pero aún no puedo oírte desde la sangre.

 

¡Oh noche!

 

No ignoro

que me llamas a la verdad sobre tu espacio ciego de crisol, pero me cuesta oírte desde el carbón. Camino y no veo mi propia sombra ni cómo mi sangre forma un rio; la luz de las estrellas se me muestra confusa entre tantos negros nubarrones.

 

Sin luna sólo veo piedras,

no la idea en que la eternidad podría abrirse ante mí y limitar mi pena y que todo lo que te imita es pura conminación de la intención.

 

¡Oh noche!

 

Sí, sí. Oigo tu llamada

a despedirme del Monasterio, a abandonar el sendero de su rosada bruma en el que he vivido con luz inexistente y que tantas veces soñé con ello.

 

Sí, sí. Oigo tu llamada

a abandonar la confusión que me aproximaba al tormento rojo, entre lamentos roncos y reflejos, pasión de soledad desolada. Sí. Bendigo tu paciente llamada desde las puertas abiertas ardiendo que me abres al otro lado de los muros del Monasterio.

                                                                                           Sylvia M. Folch
                                                                                     www.homeo-psycho.de

 

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