14 oct 2012

EL SUEÑO DE SÓCRATES

                        EL SUEÑO DE SÓCRATES

 

A medianoche te dormiste

con el sueño alterado. El acre lagrimeo de los ojos circulaba por los largos surcos grabados, durante largos años en tu rostro al tiempo que brotaban tus prematuras canas.

 

La valentía que mostraste

durante aquel precursor día ante tus pupilos se transformó en inevitable pesadilla al poco de hilvanar, sobre las sábanas, el sueño. Tuviste gran somnolencia durante la jornada y su mal presagio no se equivocaba:

 

"Me habían prendido los guardianes

-relatabas- de la ciencia oficial; me golpearon los hombros, me ataron sentado a un grueso castaño y con la cabeza sujetada con la sábana de mi propio lecho acercaron a mi boca dos garfios con la intención de obligarme a sacar la lengua y proceder a cortármela. Lancé al cielo el mayor de mis gritos".

 

"Desperté angustiado

con gusto mercurial en la boca. Un nudo en la boca del estómago me impedía el movimiento y los pies helados se negaban a obedecerme. El semen derramado -al unísono de los espasmos del pavor como los de un ahorcado- sobre mis ropas era pegajoso como la tintura de la cicuta."

 

Cuatro lustros antes

del año 400 de nuestra era tuviste ese sueño premonitorio y luego tú, que te negabas a dejar tus palabras escritas, en la oscuridad de la noche pegaste con tu saliva en la piedra de las paredes de tu celda tus lamentos:

 

"Ya he olvidado mis versos de amor,

cuyas alas sensuales no visitan mi vano lecho de desdichado, sino de la amarga pena que consume mi pecho."

 

"En esta celda,

tan sólo tengo el manto de la nieve, el vendaval sombrío y la soledad más absoluta de mis ideas. Postrado estoy por un "rigor mortis" inevitable, condenado por el cruel destino de haber nacido tres mil años antes de hora."

 

"Y al igual que en mis sueños

la parálisis sube lentamente por los piernas para agravar así mi profunda tristeza."

Pasado ya el ecuador de tu tiempo

quisiste renunciar al nomadismo, a los años en vilo dando tumbos por la mano crispada de la vida, a aquel rodar de puerta en puerta pidiendo asilo para tus ideas, pero aquel peregrinar fue inútil.

 

Dijiste adiós a tus prisas juveniles

abandonaste las esquinas soleadas y comenzaron los turnos de la luna, apagando con ellos la lámpara de la filosofía, pero aún te dio tiempo de transmitir –a través de tu mejor pupilo Platón- un rayo de esperanza:   

 

"Pero aunque mi musa es perezosa

en estas tierras, tarde o temprano brotarán los dolientes versos que,

a pesar de los pesares se transformarán en caléndulas y hallarán mejores días. Y el leerlos será inevitable".

                                                                                  Elisa R. Bach
                                                                            www.homeo-psycho.de

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