VERANO EN PLATJA D'ARO
Por fin la columna se movió
sin que nadie hubiera dado la señal
y la autopista quedaba libre
después de haber estado sujetados
por una tenaza de cuatro horas y media
como si un imán obligara a tú corazón a volver
a Platja d'Aro.
Mirando de más de cerca,
con ojos despreocupados,
se hubiera podido ver a dónde conducía
ese camino orlado de estrellas,
aunque desde las terrazas se ve cómo
el verde resbala en forma de brillo de palmeras.
Ahora, ya puedes decir como todos:
"Si semejante calor continúa todo se acabará;
incluso el humo de los incendios
no sabe ya a dónde ir". En pleno día
se puede decir muchas veces que es de noche
si nos olvidamos de la tormenta de luz.
Aunque sólo sea una amenaza ya no se respira
en este rincón como en primavera; el vaticinio
de más fuertes golpes de calor predice que
todas las olas dejarán de correr por la playa,
que no habrá más que sal por doquier y será el fin.
Un día el Lago de los Sueños será el Mar Muerto,
pero de momento los que tienen miedo
se detienen bajo los árboles de la playa
para mirar hacia atrás y recordar
que aún es el viento el que se mueve
y las veletas indican como un dedo
la dirección de los pájaros que alzan el vuelo.
Pájaros más grandes de lo normal:
Gaviotas blancas danzando en círculo
y otros menores que vuelan en bandada,
en formación de punta de lanza perfecta
se confunden con la música suave de Chopin
desprendida de la antigua tienda Mar Franc;
otros desearían oír la obertura de Von Karajan
"así habló Zarathustra" al sentir
el calor que sube en bloque,
al oír cómo el sol se baña con los niños
que no habían venido desde el año pasado,
bajo la mirada de sus madres divorciadas:
Uno salpica al otro y ríen. Ellas aburridas
pueden bostezar ante la Eternidad que continua.
Todo el mundo se sobresalta
con igual impaciencia y el malestar aumenta
en la cortejada Platja d'Aro
al no poder aparcar frente a la playa. Eso es el mundo.
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