HABLANDO CON EL SOL
Invocas sus ojos como cada noche
junto a esta luna de junio
que de improviso pueden aparecer
como la sombra del planeta Venus
eclipsando una parte minúscula
de ese astro que nos visita blanca
sobre la noche como un último
estado de conciencia; enmudecida,
sin asustar a los caballos y a las almas
solitarias que no duermen, sin embargo,
con la misma sinceridad, sientes que
el suicida es demasiado sincero para ser
poeta.
Al observar el eclipse has notado
como el sol cambia de aspecto
con el ir y venir de las nubes,
según su azimut, y, sus rayos penetran
en la vieja iglesia por vidrieras de colores
dando vida alegre a las estatuas de los reyes
que yacen en las tumbas
apretando con las manos ávidas
un saquito que -dicen- contiene
las vísceras y el corazón.
Más de una vez al mes cambia la estrella
y varias veces al año se insinúa con algunos
de su rayos.
Es entonces que te pones a hablar con ella;
y, se muestra como agradecida.
Cada una de tus palabras es para ella
una invitación a no ser sólo de este mundo.
Después de haber hablado tienes la sensación
que no sabe nada de lo que le cuentas,
ni siquiera que la desnudez –le dices-
puede permanecer hasta tal punto vestida
que solamente los trajes la desnudan.
Ella ríe y juega con un anillo de nubes,
pero más tarde le preguntas por dónde ir
y te da una dirección equivocada. Pero lo has
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