Hacia la escuela
Después de tres días de Tramontana,
todo en Cadaqués era comienzo y juventud,
La mar era un espejo azul
de aguas cristalinas que querían mostrarnos
los secretos de los fondos no explorados.
Aún aturdida, con el ruido del viento
de toda la noche insomne, miraba
y el sol las calentaba poco a poco.
La playa olía a sal y a pescado frito
que un grupo de mujeres había colocado
sobre las brasas de un fuego madrugador.
Aquel humo era tan humano como
todo lo que ahora, después de tantos años,
queda en mi memoria, limpia
de terribles tormentas casi olvidadas.
La voz de mi hermana
me sacó de mi ensimismamiento
y los demás niños
que iban camino del colegio
aparecieron, como por encanto,
ante mis ojos,
aunque el mundo siguiera girando
por encima
de mis trenzas recién hechas.
Me levanté.
Abandoné el rincón soleado
donde sin saber por qué
había permanecido, en cuclillas,
durante algunos minutos.
Entre los vapores de agua
que se levantaban de las calles
me uní al destino de todos los niños.
La puerta de la escuela
me pareció enorme.
Elisa R. Bach
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