El amor anhelado
¿A quién explicarle que mis demonios
se conjuran y me obligan a escribir?
No podría vivir sin escribir, sin explicar
que a menudo sobre mis oídos
una dulce melodía,
que acompaña siempre a la imagen
de los Coros de los Ángeles,
me impide ver todo aquello
que flota como nubes blancas
delante de mis ojos a excepción
de dos maravillosos puntos magenta.
¿Quién me hubiera oído
si yo hubiera gritado en momentos
en que desde el Círculo de los Tronos
ya habías decidido
lanzarme al Inframundo
despojado de mis sandalias aladas?
Me lavé los pies
con mis propias lágrimas
y mis demonios se expandieron
por los espacios interestelares
como una gigante roja
quemando el poco oxígeno
que aún conservaba de tus besos.
Como en una alegoría
que no me abandona nunca
los dos rubíes que durante meses
mi lengua limpió de impurezas
como un privilegio, siguen brillando
como púlsares lejanos.
En mitad de la noche,
los demonios de esta noche,
montados sobre el viento
lleno de espacio vacío,
me muerden el rostro
y sólo me consuela saber
que existes mi amor,
aunque sólo sea
como amor anhelado.
Elisa R. Bach
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