23 ago 2015

TRINIDAD ERA LA ENCARNACIÓN DE UNA ESMERALDA


LA VOZ DE LA PRIMA TRINIDAD

Recuerdo que siempre que se hablaba en casa
De la prima Trinidad se la ponía a caldo por su carácter -por lo menos- "exótico". Yo escuchaba sin tener una opinión clara sobre ella. El día de mi octavo aniversario, mi madre comentó escandalizada de que Trinidad había anunciado el asesinato de Kenedy. Yo no sabía ni siquiera quién era aquel Kenedy y aquel comentario no hizo ninguna mella en mi espíritu.

Tio Arturo decía de ella que era
la encarnación de una esmeralda.

Y a Trinidad le encantaba esa definición y rebuscaba allí donde creía que  podría hallar información acerca de las esmeraldas como si buscara algo parecido al Google de hoy un gran baúl lleno de respuestas.

Comenzó a acariciar el espacio existente entre el color mismo del verde esmeralda y el aire, los cuerpos ajenos a ella, arrastrados por las tormentas. Recorría las calles de orientación norte-sur para poder ver la luz a raudales a las doce del mediodía.

Revolvía bibliotecas y librerías descubriendo en el constante estudio de su ser, rebeldías que la asombraban profundamente.

La prima Trinidad acostumbraba a salir corriendo sin causa alguna y "sus cantos" parecían desgarradores lamentos. Cierto día nos cogió a los primos pequeños, nos llevó al cuarto trastero y nos leyó algo que llevaba escrito en una hoja de papel verjurado de color amarillo ahuesado.

"Os leo este cuento a vosotros –nos dijo- porque los mayores no podrían entenderlo. ¿Conocéis lo que es una vibración? Sí, sí como un temblor. ¿Sabéis que todos los seres humanos vibran? Tiemblan. A veces nerviosos ante un acontecimiento importante, a veces de miedo, a veces de satisfacción…

"Todo esto lo he descubierto en un sueño
que he tenido esta noche: Caminaba sobre las aguas, mi piel obediente se dejaba perfilar por el mar y un frío de otra clase presentía en mis pies. Luego se hizo presente la humedad en mis rodillas. Era la humedad de la neblina. Bajo las olas cada pez hacía un surco en la arena del fondo una voluntad diferente de cada uno de ellos. Comprendí a los peces, los contemplaba con beneplácito…"

¿Nos vas a dejar? –dijo sorprendido Tío Arturo que estaba escuchando tras la puerta- ¿te quieres apartar de nosotros? "No –dijo la prima Trinidad con cierto aire de seguridad en su voz-, al contrario, este temblor nos une. Es sencillo… "

Los niños boquiabiertos teníamos la sensación de estar viendo un teatro de guiñol aunque sus palabras se grabaron en nuestros corazones: "sólo el temblor sobrevive a los años. Lo difuso del temblor (o vibración). La vibración del cuerpo humano es como una profecía de lo que va a suceder"

No acabó el cuento que nos quería leer. Pero desde aquel día la luz para mí fue diferente: vibrante. Algo vibrante como nosotros.

Meses después ocurrió el gran magnicidio.
Toda la familia dejó de considerar a Trinidad como una muchacha desbocada. La cosa era seria. Otra vez la sensibilidad de Tío Arturo había detectado un valor inmenso en lo que decía la prima Trinidad aunque él mismo reconocía en muchas ocasiones que no alcanzaba a comprender sus palabras, pero lo atribuía a su propia ignorancia, no a que la prima dijera frases poco cuerdas.

Pasados los años

Me adhiero a las palabras de mi prima Trinidad,
a sus entusiastas palabras, a su voz que era un rugido, el silencio obligado de sus amigas. Nada más.

Cuando decidió encaminarse hacia el campo de la libertad y extenderla a todos los pueblos del Pirineo, siempre los mismos hombres de manos rudas y tez quemada -más que por el sol por la humillación de cargar sobre sus costillas el latrocinio descarado de aquellos que no hablaban nuestra lengua- le abrían las puertas de sus casas como si de Juana de Arco se tratara.

Felicito a mi prima Trinidad por no aceptar la derrota mísera de unos rostros interrogantes. La felicito por perseguir continuamente la causa de aquella vibración; la felicito por haber hallado la respuesta que era  una incitación una pregunta.

Es cierto. Había aprendido a "GRITAR NO" a todo aquello que le pareciera una injusticia. Su obsesión fue siempre la de hacerse oír.

Creo que finalmente lo ha conseguido.

                                                            Johann R. Bach



2 comentarios:

  1. Una hiperbole, el latrocinio de aquellos que no hablan nuestra lengua.Que lengua habla la protagonista?Siempre la culpa de nuestros males es de los foranos?Julio.

    ResponderEliminar
  2. Sin intención de polemizar Julio. La protagonista hablaba valenciano. Oriunda de Denia, de profesión peluquera para más datos.

    ResponderEliminar