AÑORANDO SU JARDÍN EN ASTURIAS
A punto de entrar
en el cuarto oscuro de los sesenta, acechada por el miedo de un sexo confiado
diablos en las manos.
Ni unos ojos ni unos labios,
ningún deseo de caricias nuevas.
Sólo el lobo astuto
tenía la medida de su cuerpo, la noche dorada de una piel, la suya.
Cargada de vapor etílico,
al caer la noche deshace su peinado con desidia. De la flor del ciruelo que llevaba prendida en sus cabellos queda ya poca cosa.
Pasa el sopor del vino.
El penetrante aroma de los pétalos la arranca de su sueño, primavera que nunca volverá.
Sigue lejos, en la soledad de una isla
donde se tocan un cielo y un mar que no son los suyos.
Johann R. Bach
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