LO MIO NO ES ALZHEIMER
Tanto ardor muere
donde, lentamente, agonizo yo, en el lecho olvidado de las sombras, y así me niego a mí mismo
la urgencia que me asedia,
que sube,
y de tanto que me enciende, me quema las retinas para elevarte como a un caballo alado que ya me pertenece.
Basta con el tono tostado de la piel
que es el tesoro que no te oculto, el pecho que debajo de mis manos se dibuja hermoso sobre la hamaca,
la piel fresca como amarillas flores de San Juan,
las rosas recién cortadas, su tersura, dormidas como helor pasado, y los peces voladores que poseo,
azules, terrosos reflejos de mi mente,
mirándome fijo como cuarzo oblicuo, pura locura, un secreto, sueños que nacen y se agotan,
ígnea apariencia, el deseo.
Ya nadie puede ver amor en mis ojos;
los grisáceos arcos seniles están ya muy crecidos y las cejas hace tiempo que se quemaron bajo la lámpara del escritorio.
Sin embargo el pabellón auditivo
sigue adelgazándose con el crecimiento y es fiel reflejo de los años vividos, y, el oído se agudiza con los trabajos y los días.
El plomo y otros metales
se me acumulan en las piernas, los líquidos alma de los humores se van evaporando y
la sequedad de las mucosas
y la piel avanza como los desiertos.
¡Ponme un sombra!
Sí sí, He oído bien: "un" sombra. Automáticamente mi cerebro intenta comprender.
Esa frase ha invadido y perturbado
el minúsculo laberinto de mi oído interno.
¡Ponme un nube!
Otra frase que golpea con martillo el yunque de mi aparato de percusión y sus vibraciones inundan la coclea.
Otro artículo "un" (masculino) delante de nube.
Sombra1… nube1…
la fresca brisa salada sobre mis labios… Sin duda estoy en Málaga.
Lo mío no es Alzheimer.
Johann R. Bach
1). Sombra y nube son dos nombres que en Málaga se dan al diminuto café con leche parecidos al cortado.
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