TE FALTÓ EL OXÍGENO 30 CH1
Comenzaba el verano,
como monjas tempraneras las golondrinas alzaban sus tocas blancas y negras y tú querías irte.
Me parecía imposible
que tu cuerpo a pesar de la luz del sol, quisiera reposo y olvidara la ternura de aquellos días.
Porque todo era bello
cuando tú estabas entre nosotros, y ahora sólo podríamos llevarte flores y decirte adiós con música o con poemas y revivirte entre sueños y alegrías.
Era un día de verano y tú querías irte.
Sobre la mesa había una chichonera2, en la que guardabas los huevos de zurcir; redonda y de ligero mimbre que tú docta cigüeña, tan algebraica, habías construido sacándole a las tardes la raíz cuadrada.
Era un día tan bonito
que la tristeza nunca habría podido enamorarte.
Tan dulce era,
que no podías saber que el oxígeno te negaba la belleza que los mismos dioses y los gorriones te habían olvidado porque las migajas que se secaban en la ventana apenas si daban para una mirada.
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