18 sept 2012

LO ERÓTICO DEBE SER SECRETO. De la novela "Las Puertas del Monasterio" (en preparación)

                                LO ERÓTICO DEBE SER SECRETO

 

La vida misma del Monasterio,

con sus creaciones llenas de contenidos implícitos, nos enseñaba sin que nos diéramos cuenta la dimensión erótica del secreto;

 

del secreto capaz de amplificar

hasta el absoluto la impetuosa necesidad del deseo. A cada frase dejada al aire o a cada acto cotidiano se nos insinuaba que debíamos perpetuar el secreto.

 

Esa manera de proceder

venía dada por el imperativo de que todo lo que está oculto nos atrae, sea en nuestro monasterio o en el de otros.

 

Se dice que en las capillas

más solemnes algo está oculto tras el ábside o más allá del velo del sanctasantorum, pero a las capillas vamos raramente.

 

Es mucho más sencillo bañarse

de tres en tres para evitar la complicidad de dos hermanas que se aman. Pero al final, como en la estrella triple Próxima Centauri lo erótico persiste en su secreto, pero dentro de un trío.

 

¿Qué es lo que escondíamos en el Monasterio?

¿Qué es lo que nos esconden sino lo erótico y el poder para proteger nuestros inconfesables propios deseos? ¿Es acaso diferente nuestra actitud al otro lado de la parte oscura de las puertas del Monasterio?

 

Los cándidos secretos no van

a un lago inmóvil, más bien se derraman en un gran estuario. En ellos, de orilla a orilla hay cánones y fraudes, contrabando de ideas con su inocente moho y sobre todo mucha confusión a medio camino entre lo esotérico y lo verdaderamente espiritual.

 

Todo lo que está oculto nos seduce,

nos perturba, nos mueve, nos hace creer en el purgatorio de la realidad.

 

Todo lo que está oculto nos llama

la atención porque forma parte de la espiritualidad; y, así lo que está agazapado en los abriles recién despierta en julio y nos asombra.

 

Todo lo que está oculto nos aguarda

con revelaciones de cualquier centuria o con cautelas tibias. Y eso es mucho más fuerte en los colectivos en los que la liturgia se erige con voz propia en primer plano.

 

La solución –creo- no es mirar hacia atrás con el pesimismo como escudo; lo aconsejable es detenerse en el aquí y buscar con paciencia lo oculto dentro de nosotros mismos, dentro de nuestro propio Monasterio.

 

Afamados científicos informan

que allá lejos hay astros que chocan con sus colegas y como provocan una que otra chispa siempre hay algunas de esas fugaces que se aproximan a nosotros y  pasan a millones de centímetros de este planeta y sus criaturas sin que lo advirtamos;

 

vuelan como duendes

sobre nuestros jardines y sacuden el pétalo de alguna rosa antes de perderse en el infinito.

 

También esos científicos se guardan,

como en un baile de máscaras, sus secretos y descubrimientos.

                                                                               Sylvia M. Folch
                                                                     www.homeo-psycho.de

 

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