31 ago 2012

Cap 5 de "LAS PUERTAS DEL MONASTERIO" (Cont.) ( www.homeo-psycho.de )

                                                      PIGMALIÓN Y SU ESTATUA

 

EL VOLUPTUOSO DANIEL (Poema)

 

Ayer los vi detenerse ante la puerta bajo la ventana; serían las siete; Daniel acompañaba a Georgina. Tenía el aspecto de Elpenor, un poco antes de caer y matarse, pero no estaba ebrio de alcohol. Hablaba con rapidez y ella miraba con impaciencia hacia la ventana buscando mis ojos; le interrumpía a veces para decirle algo que yo no podía oír.

Comprobó que yo les observaba. Entonces le besó. Él murmuraba algo mostrando un libro en la mano mientras la acariciaba con la otra.

 

Luego subieron, me besaron, con ojos interrogativos esperaban que los reprendiera por alguna causa de celos. Yo les dije: "escuchad esto…" (Era la Serenata de Hayden). "A la luz de la luna las estatuas se doblan a veces como el junco entre los frutos vivos…" "Las estatuas como estas que tenemos en casa y la llama que quema al hombre se vuelven frescas adelfas…" "la llama que nos quema también a todas las del coro, quiero decir…"

 

Fue la luz… sombras de la noche… quizá aquella noche abierta, granada azul, con oscuros senos, nos llenó de estrellas sobre las alfombras, cortando el tiempo, y sin embargo las estatuas en aquella noche no se doblaron, dividiendo el deseo en dos, como las amebas antes de intercambiar su núcleo.

 

Y la llama se volvió beso en los miembros y sollozos y después tierna hoja que arrastra el viento. No se doblaron como a veces hacen y no se volvieron ligeras con un peso humano. Agotadas nuestras salivas hasta el punto de que nuestros labios secos parecían ventosas, yo no quería olvidar aquella noche. Daniel había caído en el sopor de Elpenor y sus fuerzas se habían agotado como semillas que no germinarán. Había tomado el derrotero de los hombres que quieren más sexo del que tienen y pueden. El abrazo con Georgina intercambiando nuestros deseos como núcleos de amebas fue el final como una secuencia interminable.

…………………………………………..               Sylvia M. Folch   

 

Librar los lunes

 

El domingo por la noche, Georgina me viene a recoger a la salida del restaurante con su Peugeot. Antes de subir a su apartamento solemos tomar un cointreau con hielo. Sentadas en alguna terraza de Montparnase nos burlamos secretamente de los jóvenes que maliciosamente intentan acercarse a nosotras. A mí, me ha encendido Daniel por la mañana; a Georgina la encendió el sábado por la tarde.

 

Los lunes por la mañana Georgina y yo nos quedamos retozando en la cama hasta el mediodía. Después de un largo periodo de desperezamiento nos arreglamos como si fuera domingo y buscamos algún restaurant de esos que no cierran ese día. Por la tarde paseamos junto al Sena y soñamos cogidas de la mano.

 

 Hacia las ocho tenemos ensayo en el coro. Después es muy posible que cenemos con Pierre y Simone; nosotras no tendremos prisa hasta las diez de la mañana del martes, pero el madrugador  Pierre  nos habrá abandonado a las siete.

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