JOVEN HIPOFISIS
Con lágrimas en los ojos,
ves la oscuridad
arrastrando el viento malva,
las últimas nubes y el ávido trino
de las golondrinas
como un desesperado grito.
Tanto como las apreciabas,
ahora las noches te espantan.
Quizás si no estuvieras sola, agradecerías
el frío insomnio, y el remordimiento gris
todavía te haría compañía,
con su gusto de labios enfermizos.
Pero las horas negras
te obligan a una sorda velada,
mientras la vida duerme a tu lado,
desnuda, caliente, rebelde
como una mujer
con un alma que nunca será vieja.
Contienes la respiración para oírla
gemir, y, quisieras abrazarla
y piensas que ella abraza
a un espectro lejano.
Cada vez más sangrante,
como si masticaras vidrio,
imitas la voz de las noches:
ya sabes lo que sería estar muerta,
que te abrazasen
y estuvieras siempre lejos
mientras una Marcha Fúnebre de Chopin
impregnara todo el aire de tus pulmones.
Es en esos momentos
que te escondes en lugares oscuros
y dulces como las rosas del jazz
cortadas con las teclas del piano
y esperas a que se encienda el día azul
y se expanda otra música hecha a tu medida.
Elisa R. Bach
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