Una Ciega y sus Damas en Gracia
Si pudieras abrirías los ojos,
te mirarías en el espejo,
iluminado con muchas velas encendidas;
te preguntarías asombrada:
¿Quién es esa mujer
que yace desnuda y gozosa
a los pies de la alfombra?
¿A quién pertenece
esa juvenil cabellera pelirroja
orlada con dos guirnaldas
y brazaletes sujetando
azucenas de cinco pétalos?
¿Qué hace esa boca
que se acerca a su ombligo?
¿Qué siente ese vientre
al notar el cosquilleo
de esa lengua rosada?
¿Quién es esa mujer
-te preguntarías asombrada-
que encuentra belleza
en mi ruda anatomía?
¿Quién es esa otra mujer
que goza concentrada
de la escena con aire distraído?
Y, en este barrio lleno de luz
¿de quién es el tiempo
que se afana en amar
hasta la última esquina
de su pleno esfuerzo
¿Es de esa mujer de cansada belleza
de sienes llenas de ceniza
que pasea por la calle Verdi asida a mi brazo,
que compra, a veces, medicinas homeopáticas
en la farmacia Valentines (antes V. Nart)
y recoge el diario encargado,
casi todos los días incluidos los domingos?
Es lo de siempre
ante las cosas sencillas
como tomar un café en la terraza
del Bar Canigó de la plaça de La Revolució:
¡qué difícil es tatuar palabras en la diana!
Llegado el caso muchas Damas lo hacen
Elisa R. Bach
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