El cielo de siete lunas
La tarde resbala por la playa,
quisieras un cielo de siete lunas
y tener al anochecer un firmamento
para mirarlo a su lado;
lo construirías si pudieras,
con estrellas de colores
alrededor de las lunas impares.
Tú podrías demostrar
en esa inmensa bóveda
cómo tus artes de aire cálido giran
sobre múltiplos de números primos;
cómo un número impar
de sumandos impares es otro impar.
Acariciarías esa noche de luces de plata
acercándose al mar con siete espejos,
nunca antes vista, sin lámparas.
Sedosa aparecería en la distancia,
sin embargo al desenvainarse
sobre el pecho y las rodillas
sería incómoda como siempre.
Bajo un árbol que atare tierra a cielo
levantaría tus manos
para que escribieras en el cielo
tus ecuaciones de múltiples incógnitas
y tus tabulados ritos de fertilidad.
Las lunas pares, grandes como lamentos
vendrían por encima de un carillón
a dar la medianoche con campanadas
de luces y besos de locura
persiguiéndote silenciosamente
con una lengua de arrepentimiento.
Todo ello, bajo unas estrellas
sobre nuevas órbitas
de manera que un nuevo orden del cielo
hebdómado-lunar
que parecieran un desatino
con tus párpados subiendo y bajando
sin constancia en las matemáticas
de la armonía.
Elisa R. Bach
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