21 oct 2011

Un cielo de siete lunas

El cielo de siete lunas

 

La tarde resbala por la playa,

quisieras un cielo de siete lunas

y tener al anochecer un firmamento

para mirarlo a su lado;

lo construirías si pudieras,

con estrellas de colores

alrededor de las lunas impares.

 

Tú podrías demostrar

en esa inmensa bóveda

cómo tus artes de aire cálido giran

sobre múltiplos de números primos;

cómo un número impar

de sumandos impares es otro impar.

 

Acariciarías esa noche de luces de plata

acercándose al mar con siete espejos,

nunca antes vista, sin lámparas.

Sedosa aparecería en la distancia,

sin embargo al desenvainarse

sobre el pecho y las rodillas

sería incómoda como siempre.

 

Bajo un árbol que atare tierra a cielo

levantaría tus manos

para que escribieras en el cielo

tus ecuaciones de múltiples incógnitas

y tus tabulados ritos de fertilidad.

 

Las lunas pares, grandes como lamentos

vendrían por encima de un carillón

a dar la medianoche con campanadas

de luces y besos de locura

persiguiéndote silenciosamente

con una lengua de arrepentimiento.

 

Todo ello, bajo unas estrellas

sobre nuevas órbitas

de manera que un nuevo orden del cielo

hebdómado-lunar

que parecieran un desatino

con tus párpados subiendo y bajando

sin constancia en las matemáticas

de la armonía.

                                      Elisa R. Bach

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