La noche de Natrium mur
Desde mi ventana veo el puerto
sin gentes y con el agua dormida.
No sólo me siento solitaria
sino también abandonada
como esos muelles al amanecer.
El sol ya no me despierta
por la mañana como en otros julios;
Febus tampoco se despierta
de su sueño marítimo: la luz del este.
La cálida noche de julio
aún no se alarga sobre el cielo,
la ventana está abierta
y se derrama la oscuridad
sobre mi demasiado ancho lecho.
Aún no se hace de día en este Arenys.
Las sombras duermen en las plazas,
en el puerto, también en los mástiles,
y perfilan los cuerpos
mientras se adormecen en el fondo
de cada corazón y mar adentro.
No sé si es que veo la noche
mucho más inmensa
de lo que mi soledad cree
y ya no quiero ser valiente ni fuerte;
o quizá es que en esta hora tan triste
donde todos los blancos veleros
permanecen quietos, ya cansados,
la vida va tomando tono de amatista
porque no se cree, mi amor,
que te hayas ido.
Aristas precisas arracimadas de cristal,
telarañas de gotas solapadas
a los bloques de piedra
junto a la carretera,
pintura quebradiza de columnas
y de ángulos que se truncan,
arquitectura que se empeña
en penetrar en el aire húmedo
que viene desde el horizonte,
paredes violetas de habitaciones
que quieren mirar siempre el mar.
Todo ha quedado inmóvil sin ti.
Elisa R. Bach
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