6 ene 2019

ANUDADO A UN HILO DE PLATA (fragmento)


LA NOCHE Y SU HILO DE PLATA

Quisiera, mi amor,
que mi adiós fuera breve pues mis dedos, entumecidos de tanto amor apenas me obedecen para escribirte alguna de aquellas cartas de amor donde con palabras sencillas fluía el fuego de mi pecho. Y sólo quiero que sepas que mi último pensamiento es para ti.

A lo largo del hilo de plata del tiempo,
mi amor, mi sueño, mi razón de vivir, las noches se han convertido en lo que ahora se llama espacio en blanco, olvido, manos húmedas… y ya sin oxígeno en mis pies y rodillas empiezo a no entender lo mejor de todo: la admiración que me has profesado.

Y es que cada vez
abundan más los días distintos en que detrás de cada sombra había el destello de luz dorada de tu mirar.

Ninguna antigua amante
ha llamado a mi puerta, durante estos últimos años, para decirme que también me amó. Ninguna de ellas quiso tomar siquiera un té en alguno de mis siete castillos donde he habitado… y quizá mi corazón así lo querría,

pero hoy es un día de aquellos
que todo me da igual puesto que no puedo girar el sentido de la rueda y el huso de la noche para volver a todos aquellos paisajes donde me amaste antes de que se convirtieran en lo que son ahora: charcos como lagos de sangre seca y riachuelos bifurcados que allí acuden llenos de veneno que se denomina ostentosamente como quimio y radio.

La noche es la noche anudada
a su hilo de plata y es inexplicable y por encima de las casas sangran las horas del campanario.

Quisiera, mi amor,
que mi adiós fuera breve pues mis dedos, entumecidos de tanto amor apenas me obedecen para escribirte alguna de aquellas cartas de amor donde con palabras sencillas fluía el fuego de mi pecho. Alguien me dijo que sabía de todo menos olvidar… a mi pesar le doy la razón.

Adiós amor,
fundidos el estudiante, el soldado y el calderero en un minúsculo clúster de luz, la indecible noche empapada de frío sudor ya me ha hilvanado con su hilo de plata al silencio y mis pensamientos ya se abrazan a tu nombre y a los frutos de tu mar.


Si puede ser
no me des tu amor sino tu olvido. No querría tus palabras para irme al Ápex con ellas…

Diminutas las noches
caben todas en tu mano cerrada; déjalas resbalar, que caigan en el suelo con ruido de monedas…

Dime entonces “J…”,
como a un viejo amigo.

                                                                                Johann R. Bach

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