13 mar 2017

hombres blandos y sedientos como hierba, insaciables como hierba; sus nervios, raíz que cunde.


Una y otra vez la misma cosa

Las temperaturas han bajado,
recorriendo los campos, aunque, irreversiblemente, los almendros y los ciruelos han coloreado el paisaje.

Eso que hemos convenido en llamar primavera
se viste de claros colores: una y otra vez la misma cosa. Inútil tratar de cambiar esa precesión de los equinoccios.

Emergimos de la arena de las playas
de los mares de Proteo, almas que han marchitado los pecados públicos cada una en su oficio como un pájaro en su jaula;

malos hábitos, astucia y engaño,
o simplemente la urgencia egoísta de sacar provecho de la sangre ajena.

El hombre se altera fácilmente con la violencia.

Muchos son blandos, un manojo de hierbas, labios y dedos que ansían un pecho blanco, ojos de té que se entrecierran al resplandor del día, y pies que correrían, sin que importe cuán cansados, a la menor señal de ganancia.

La primavera es para ellos
una oportunidad de especular con el grano. Son hombres blandos y sedientos como hierba, insaciables como hierba; sus nervios, raíz que cunde.

Algunos, intransigentes, exorcizan a gritos al diablo,
otros más pacientes, esperan a que un abril lluvioso descargue como una floración del cielo le gangrene a cada quién su herida.

Una y otra vez la misma cosa:
primavera en el hemisferio norte de este planeta.

                                                                                  Johann R. Bach

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