12 jun 2016

"Respecto a las mujeres -continuó Tía Hortensia- me encanta verlas pasar por la calle, con sus rostros pintados tan hábilmente,


LA MASCULINIDAD DE TÍA HORTENSIA.

El pelo peinado hacia atrás y recogido con un pequeño moño era la característica más sobresaliente que recuerdo de Tía Hortensia. Era lo más parecido a un retrato de Eva Perón y, la única de mis tías que fumaba. En su bolso jamás faltaba el paquete de cigarrillos mentolados. Llevaba siempre jerseys de cuello alto y ajustados a su figura y sus gestos eran en aquella época todo un atrevimiento.

Recuerdo que, con la excusa de llevarme a dar un paseo, íbamos en el coche de Tía Cecilia un Biscuter carrozado con madera, cuando ella encendió simultáneamente dos cigarrillos. Con la mano izquierda colocó el cigarrillo en la boca de mi tía conductora y la dejó caer rozando su pecho. Yo entendía a medias aquellos gestos, pero por indicación de Tía Hortensia guardaba su secreto.

Siendo ya algo más mayor le pregunté por sus opiniones sobre el amor con la intención de comprender a fondo aquella misteriosa personalidad. Como si se tratara de la cosa más natural del mundo comenzó a relatarme sus ideas.

"Hoy tienes ilusiones -filosofando me decía Tía Hortensia- y crees que sin ellas no podrías vivir. Cuando seas más madura verás claramente que la ilusión no es más que un error poetizado y prescindirás de ella para seguir viviendo". "Con el amor -continuaba diciéndome como defraudada- te sucederá lo propio. No hay más que un amor el de la madre al hijo. El amor entre hombres y mujeres no es sino un conglomerado de pequeños resortes: el roce de la epidermis, la vanidad mutua, el trato social, la lucha por la vida, la costumbre de verse a diario, y un poco de tesón, y otro poco de necesidad de hablar con alguien en la cama y en la mesa. El amor es tan necio, que debiendo andar por el mundo desnudo, se afana por vestirse de púrpura.

"La atracción de los sexos por orden de la Especie es una verdad; el amor, como sentimiento puro y noble, es una inmensa y desoladora mentira. Te lo aseguro". Yo no estaba del todo de acuerdo con esas palabras, pero, recordando los consejos de Tío Arturo, seguí escuchando cuando me cortó en seco al intentar decir algo: "no puede negarse que las mujeres..."

"Respecto a las mujeres -continuó Tía Hortensia- me encanta verlas pasar por la calle, con sus rostros pintados tan hábilmente, sus senos en punta y sus piernas mórbidas. Pero yo he conocido muchas de ellas y, de ser un hombre, no podría amar a ninguna. Llegando a este punto sentí un estremecimiento y mirando con los ojos entornados la línea sutil del horizonte me pareció que las palabras de Tía Hortensia eran de una masculinidad libresca. Sin embargo continué escuchando por si alguna de aquellas ideas pudiera serme útil.

"En la intimidad -continuaba lanzada ya Tía Hortensia en su discurso como aprendido de memoria- y no bien se han despojado del antifaz de los convencionalismos o de la seudo-pasión, se muestran egoístas, vanidosas, ineducadas. La idealidad de sus brillantes ojos, la frescura de sus labios, el elegante desmayo de su cuerpo y de sus actitudes hace que los hombres las crean seres adorables; pero no se hace esperar lo patente del error. Cuando un hombre le niega un capricho cualquiera a la mujer más dulce y discreta del mundo, se puede observar cómo se encrespa, cómo se encoleriza, cómo le aborrece de súbito. Cuando un hombre responde con el silencio a las quejas de su mujer y a sus emponzoñadas palabras (signo inequívoco de reivindicación) se verá cómo aquella mujer dulce y comprensiva se transforma en una fiera con medias y pendientes.

Aproveché que Tía Hotensia se llevaba la taza de café a los labios para preguntarle, con ánimo de zanjar aquel monólogo, si no había pensado en engañar a Tío Ramón. Su respuesta, después del pequeño sorbo de café fue de lo más inesperado: "el día que engañe a tu tío lo haré como siempre lo he hecho. Lo engañaré con una mujer".

                                                             Johann R. Bach

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