EN CADAQUÉS TODOS ÉRAMOS RICOS
Oí un día
cómo una vecina le decía a mi madre: Hay que tener cuidado con Marta. Es peligrosa, porque su familia es rica y no hay forma de hacerla entrar en cintura.
En mi cabeza daba vueltas esa palabra
que podía significar pelirroja, peligruesa… o cualquier cosa menos considerar que Marta Guillamon fuera un peligro.
Por la tarde vino a buscarme
para llevarme al colegio. Aunque yo ya tenía siete años y sabía ir solo hasta la escuela mi madre agradecía a Marta que me recogiera a mí y a mi hermana, pues
mi hermano mayor no quería hacerse responsable
de lo que pudiera pasarnos en el trayecto hacia la escuela. Un rasguño, un simple moratón por una caída podía suponerle un castigo.
Aquella tarde le expliqué a Marta
lo que había oído respecto de la riqueza de su familia. Se echó a reír.
Aquí –nos dijo-, en Cadaqués, todos somos ricos.
Cuando nacimos nos pusieron las riquezas del mar a nuestros pies. Mirad esos cangrejos
No nos quitan ojo.
¿Qué ven en nosotros? Os lo diré: ven toda una corte de damas y princesas…, reyes y nobles a los que admiran.
¿No es divertido ver
cómo retroceden ante una simple caña? Nosotros tenemos cañas, somos ricos.
Escuchad entre ola y ola.
Por un momento se paran las rocas a escucharnos porque nuestras voces les suenan como una música diferente a la sonata del mar.
Nosotros tenemos voz. Somos ricos.
Mirad esas nubes detenidas
ahí arriba como barcas de pesca porque el viento ha amainado. De un momento a otro enrojecerán en este inmenso cielo azul.
Tenemos un hermoso cielo sobre nosotros.
Más tarde, como todos los días -en los que no llueve- se llenará de estrellas brillantes.
Tenemos un cielo para soñar.
Somos ricos. Con los años nos podemos hacer aún más ricos: podemos aprender a leer y escribir que no es poco.
Sólo son pobres aquellos
que no ven lo mismo que nosotros; que ingenuamente creen que la riqueza se encuentra en los metales.
Desconocen cuan tóxicos son
el oro, la plata, el platino…; también el cinc, el aluminio, el selenio, el mercurio, el cobre…
Son codiciados por sus propiedades físicas,
pero por ello son peligrosos y hay que mantenerse a cierta distancia, mientras que
la fuerza de nuestras voces
es la fuerza del saúco, amarga y plena, ascendente por el triunfo de su flor blanca, crecida en los márgenes de una tierra que despreciamos por no servir para ser cultivada.
¿Quién puede resistir su expandida dulzura?
¿Quién finalmente se opone como a ella a recibir un beso?
Mirad esas blancas flores:
En todas partes y en ninguna instala el saúco con pobreza su nieve corrupta: es su fuerza
La fuerza de una corriente desatada
de bayas negras que sepulta la tierra de la luz. Nosotros tenemos esos frutos para sanar el corazón. Somos ricos.
La verdad es que no entendimos nada,
pero sonaba bien aquello de que éramos ricos.
Johann R. Bach
Me encanta Marta porue es muy sabia, y sabe ver la riqueza que nos rodea . La riqueza de un corazón. >_<
ResponderEliminar