30 jul 2014

la luna nunca luce sin traerme sueños de su larga cabellera y las estrellas nunca salen sin que vea sus brillantes ojos.

SUEÑOS DE MARINERO

 

Fue hace muchos años,

muchos años, en un pueblecito junto al mar, donde vivía una muchacha alegre que

 

tal vez conozcáis

por el nombre de Marta Guillamon;

 

vivía sin otro pensamiento

que amar y ser amada.

 

Era una niña diez años mayor que yo.

No pensábamos siquiera si éramos felices en aquel rincón junto al mar, pero amábamos con

 

un amor que era más que un amor,

Marta y yo,

 

Con un amor

que los alados serafines del cielo nos envidiaban a ella y a mí. A veces me desnudaba y colocaba un lápiz junto a mis genitales y me decía:

 

Cuando la tengas así de larga nos casaremos.

 

Sin embargo, un día,

en aquel pueblecito junto al mar, surgió un viento huracanado proveniente del norte, helado; y tras él una nube sobre la cual Marta viajó a una ciudad mayor.

 

Así que sus padres de alta cuna

la alejaron de mí para que estudiase y pudiera casarse con alguien bien dotado.

 

Los ángeles, ni la mitad de dichosos en el cielo,

nos envidiaban a ella y a mí; ¡sí!, ésa fue la razón (como todos saben en aquel pueblecito junto al mar)

 

de que surgiese aquella nube,

una noche helando y llevándose a mi Marta.

 

Pero era nuestro amor

mucho más fuerte que el amor de los que eran mayores que nosotros, de muchos más sabios que nosotros,

 

y ni los ángeles del cielo allá arriba,

ni abajo los diablos, bajo el mar, pudieron jamás separar mi alma del alma de la hermosa Marta Guillamon.

 

Pues la luna nunca luce

sin traerme sueños de su larga cabellera y las estrellas nunca salen sin que vea sus brillantes ojos.

 

Y así, durante largas noches yazgo,

siempre que puedo, tendido al lado de ella, mi amada, sobre la blanca arena

 

en aquel pueblecito

junto al sonoro mar.

 

                                           Johann R. Bach

 

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