Cementerio de Cadaqués. Chica: Escultor Llimona.
LA DEMOCRACIA PERFECTA
Para Marta Guillamón
la democracia perfecta es la de los difuntos, pues la tradición da voz y voto a la más menospreciada de todas las clases sociales: nuestros antepasados.
Insiste en que Ellos se niegan
sistemáticamente a someterse, en todas las asambleas del Inframundo a los pequeños grupos oligárquicos de aquellos que casualmente andan escondidos en verdaderos zulos ciudadanos.
Piensa en el viento
del Cap de Creus en febrero; en las olas, que a las órdenes de Neptuno, se han llevado dos cuerpos llenos de vida que hacían jogging por la playa enchufados mediante auriculares al veneno del rock duro.
Mira el borrascoso cielo
y ve en él múltiples caras de escritores que sembraron de letras los campos y siente bajo sus pies la inseguridad en sí mismas de las diosas del amor.
Había quedado con las amigas
en ir de viaje a Barcelona en un TGV, pero la estación de Figueres es inalcanzable por el momento. No menosprecia las opiniones de sus antepasados: "en plena tramontana hay que quedarse en casa y pasar de todo…"
Nada es seguro en Cadaqués en invierno:
muchas de las casas del pueblo están cerradas y sin gente, aunque conservan su antiguo mobiliario:
armarios y sillas
idénticos a los que Marta ve cuando despierta de un sueño en el que ha contemplado su propia infancia, cuando su casa vuelve a ser extraña: un espacio prestado para guarecerse por la noche, surcado de insectos y sombras, oliendo a la "mangra" de las baldosas.
Marta se siente en Cadaqués,
en la anacronía, junto a sus antepasados rodeados de ángeles resplandecientes en un espacio sin dueño: la luz de los relámpagos que ilumina el suelo, el sonido del carillón que aún funciona detrás de una puerta y una escalera por la que sólo el viento sube silbando.
También se cuelan voces
por uno de los cristales rotos a las que sólo se les oponen los postigos mal ajustados: todo es anunciación del edén democrático nacido de millones de seres químicamente impuros.
Y nuestros antepasados
siguen entre nosotros cada día con su derecho a voz y voto; observándonos, con dulzura, desde su sistema perfecto de democracia.
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