Lago de Certascan, 2240 m. Al fondo el Pic dels Estanys, Pic de Sotllo i Pica d'Estats, 3143 m.
NOCHES CON CIEN BOMBILLAS
Curiosamente todo en aquella mañana
de un septiembre normalmente lluvioso estaba en paz, la tierra estaba esponjosa en toda la zona de Tavascán.
Los tres mil mineros
subían contentos a reanudar sus trabajos subterráneos después de haber tomado un gran café que no era otra cosa que agua caliente malta y azúcar.
Las mesetas chirriaban
sobre los carriles y las catenarias de los cables se tensaban encogiéndose por el esfuerzo como si comprendieran a aquellos hombres musculados que soportaban los peligros de los barrenos pero temían a la noche como caballos abandonados.
Durante el silencioso ascenso
aquellas plataformas con ruedas -las mesetas- atravesaban bosques de pinos y rincones repletos de rosa mosqueta junto a los primeras setas;
ponían al descubierto
ante aquellos ojos acostumbrados a las oscuridades de la mina un maravilloso paisaje invadido por el canto de los pájaros y entre parpadeos desafiaban una verdadera tormenta de luz.
Pero pronto las aguas
de aquel poco meditabundo rio que desaguaba el mayor lago del Pirineo –el Certascan- iba a ver adelgazar la población de truchas asalmonadas por las avenidas repentinas e impestuosas.
El lago estaba siendo perforado
en su punto más profundo; se le estaba colocando un desagüe –la mina- a modo de sonda como la del que ha sido sometido a una operación abdominal con válvulas incluidas.
Para compensar las pérdidas
de desoves de millones de criaturas que durante millones de años habían saltado alegres sobre el rio Cardós la compañía eléctrica "regaló" a cada pueblo de la zona cien bombillas para iluminar las noches. Eso era el progreso.
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