27 sept 2012

EL MIEDO, SIEMPRE EL MIEDO

                 EL MIEDO, SIEMPRE EL MIEDO

 

Todo es silencio al mediodía.

Mi sangre acarrea letras  como nunca dentro de mi cuerpo, bailan y están contentas.

 

Me invade una sensación extraña en la cabeza,

una sensación de olas reventando, de presa contenida, en cada crecida, tal como se describe en el Manual de la Soledad, como en un túnel de viento fresco.

 

No me siento más sola

que aquellas que tienen marido, pero mi  miedo es el de todas. Pienso, para escapar de las trampas que me tiende el hipocampo para protegerme, que a mi lado hay un árbol que me esconde del sol,

y el campo es amarillo de trigo con pigmentos alegres de amapolas rojas.

 

Subida en el potro

he de imaginarme la lluvia, sin oírla, sin olerla, a través de varias miradas con los ojos cerrados; estoy preparada: todo es más bello si hay esperanza.

 

Después de una semana

en esta casi perfecta clínica me han prometido el resto de la cuarentena en la playa. Por las noches podré pasear por el pueblo, donde podré ver fachadas y calles no virtuales, podré ver de cerca sonrisas y caras preocupadas y aun así llenas de bellas promesas.

 

Hasta los contenedores de basura

solitarios como yo al amanecer me parecerán objetos bellos formando parte del paisaje.

 

Siento que soy un bosque

–siguiendo la regla 17 del Manual- que hay ríos dentro de mí, montañas, aire fresco, brisa de vientos contralisios acariciando los campos de romero y margaritas,  y que, si abro la boca, provocaré un huracán con todo el viento que tengo contenido en los pulmones.

 

Me va persiguiendo un imaginario

bienestar como el presentimiento del poema próximo a nacer, naciendo como ahora, brotando de una tardía primavera al apretar el vientre con mis manos.

                                                                        Elisa R. Bach
                                                                   www.homeo-psycho.de

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