UNA TERCERA VELA ANTE TUS OJOS
Te miró a los ojos y escribió
lo que son:
Una encantadora falta de simetría.
Tú sabes sólo por los hombres
lo que son tus labios
y no precisamente por los hombres
que se miran en el espejo
cuando oscurece,
y no precisamente en el momento
en que se para el reloj y la cerveza se acaba
y los árboles copulan con el viento
de una primavera cargada de lluvia.
Tú lo supiste en una inesperada noche,
sentada en una sencilla barra de un bar
donde sólo una amiga italiana como testigo
puede recordarte, cómo explotó tu risa
resonando como notas de Carmina Burana;
cómo tus dientes comenzaron a rechinar
y la alegría volvió a asentarse en tus hombros.
No preguntaste siquiera si él estaba casado
o emparejado con otra,
pero lo de los ojos te lo dijo
como si los dos estuvierais en un lugar sin retorno,
como si los dos hubierais perdido vuestra infancia
y sellaste tu entrega con un porcelanoso beso.
Pasaste por un estado de esos
en que uno no sabe ni siquiera qué día es…
Hacía mucho que no te liberabas
de la corteza de tu espalda
ni tus párpados se decidían a permitirte
ver un mundo –el mejor de todos- que merece ser vivido.
Ahora una huella fresca en tu pecho, una hora
después de cada medianoche, te recuerda…
como el gallo canta… ¡Como te ayuda y tranquiliza
tus miedos nocturnos, cuando precisamente
una tercera vela que tienes delante es sólo
la repetición de las dos que ya han ardido!
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