EL NOMBRE DE CADA COSA
Ya no bastan cuatro frases hechas,
copiadas de antiguos comediantes,
ya no tenemos quince años
saliendo de los sueños de la infancia.
Dentro de las bocas cerradas
en la amarilla llama del mediodía
-cuando callan las estatuas
y los mitos aceptan-
las voces se agitan al principio,
pura, tranquilamente
y después atronadora y rápidamente
en la callejuela junto al bulevar,
descubren de pronto los eternos secretos
a veces -con naturalidad-
son terribles y temibles
como cárceles y otras veces de nuevo
como cárceles de cristal otra vez y
como caricias de lejanos y finos dedos
y llaman a cada cosa por su nombre;
llaman al agua de la fuente, boca;
a los negros y altos árboles, olvido;
a la noche entre las rieras,
cordón umbilical;
llaman a los ojos llorosos, "amiga";
a los frescos labios rojos, hojas;
a los dientes amorosos, pesadilla;
a los purpúreos lechos de amor, abismos;
a las negras aguas del puerto, lámpara;
y llaman a las anclas enmohecidas, treno
del sueño;
Ponen alas de colores, a la triste mirada
de Sylvia Plath;
en las manos de Virginia Wolf ponen abanicos,
desgarran sus encendidas faldas,
adornan sus cabezas con encajes
muy delicados (en el pecho
de Quirón clavan banderas);
echan en el caos de los oráculos, sangre
y vuelven a llamar a las palmeras tizones;
Se detienen con sollozos
en la palabra martillo;
llaman silencio a la palabra puerta;
al sueño dicen, música en las sienes;
y, llaman bosque en la noche a mi corazón.
ya no bastan cuatro frases hechas
copiadas de antiguos comediantes;
ya no tenemos quince años saliendo
de los sueños de la infancia; necesitamos
palabras, (resbalando sobre pelo de sirena)
que pasen murmurando el agua, como peine.
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