26 mar 2012

Cap. 8 de "TUS MEDICINAS" Las propiedades curativas del ajo

Capítulo 8.                EL AJO         (Allium sativum)

 

El exilio de mi aliento

 

No hace mucho dejé al silencio

apacentar tu espalda

en esta tregua cálida

a la voz predilecta y, que como buey,

recorrió con yugos de ternura

 

todo presentimiento y todo olvido claro.

 

Más tarde soñé lechuzas

amainando tus ojos,

amainando tus besos,

zahoríes de la piel

que se agazapaba en fuego.

 

Soñé lechuzas amainando la lluvia,

 

su temblor entreabierto de cascada,

su cansancio de lengua dolida

en el que todo habitaba,

en el que moriré amortajado

como un arpón

 

que se viste de ballena…

 

Cuando me desperté grité

fronteras a los versos.

Y es que entre tus ojos y la vida

queda una sombra nueva,

que fabrica una cuna

 

en el recreo de los carpinteros.

 

Es tan sólo la mar

quien puede remediar

un cielo infértil,

es tan sólo tu boca quien me alivia

la parcela de sombras y naufragio

 

que gangrena el exilio de mi aliento.            Elisa R. Bach

 

En aquella tarde de un domingo soleado, recuerdo que estábamos aún en la penumbra que nos procuraba el tener las persianas bajadas. En la mesa todavía se alzaba la enorme jarra de agua sobre un mantel a cuadros rojiblancos; la quietud era la forma habitual de combatir el calor y la conversación algo animada de mis hermanos llenaba los huecos del silencio de mis padres.

 

De repente todo pareció explotar: la vecina que gritaba angustiada pidiendo auxilio para su marido. Atravesó la cortina de tiras de caña y penetró en el comedor. Pilar, la mujer del carnicero, era como de la familia. Mi padre la siguió atravesando la calle. Subió por la estrecha escalera siguiendo a Pilar y yo, curiosa, no me quería perder el acontecimiento. En el Cadaqués de aquellos tiempos pasaban tan pocas cosas que aquello prometía ser algo digno de comentar.

 

En el comedor estaba el Sr. Durán, tumbado en el sofá, jadeante y sudoroso. Su cara de un rojo casi violeta no presagiaba nada bueno, sus labios hinchados babeaban impregnando la estancia de un olor acre que yo desconocía. Mi padre le preguntó a Pilar qué había pasado. Pues que se había comido, haciendo una apuesta, cincuenta costillas de cordero. Sin perder tiempo mi padre empezó a triturar en un mortero un diente de ajo troceado con azúcar. Repitió la operación cuatro veces. Luego procedió a meter en la boca del Sr. Durán aquel polvo parecido al azúcar glas con la punta de un cuchillo a pequeñas dosis.

 

A los veinte minutos el moribundo carnicero aliviado se incorporó y mi padre con la autoridad de un médico de su época le dijo lacónicamente: "La próxima vez que comas carne que sea acompañándola de alioli". El exceso de toxinas de la carne se le había subido a la cabeza amenazando un coma.

 

Con sólo seis años había recibido mi primera lección de medicina.

 

El ajo como medicina es más eficaz en personas carnívora que en vegetarianos. El ajo también se adapta más, como paliativo de muchos transtornos, a personas dispuestas a excederse en la mesa, con musculatura fuerte aunque ocasionalmente también le va bien a algunas personas obesas y fofas. Pero realmente el ajo es la medicina de personas más bien gourmets que glotones.

 

Las personas que necesitan ajo para reequilibrar sus excesos dietéticos son ansiosos e impacientes, con miedo a no recuperarse y se niega a tomar medicinas (aunque sean homeopáticas o fitoterápicas).

 

Con el ajo triturado y en mínimas dosis se pueden curar:

 

·         Dispepsia crónica en personas robustas, de edad

·         Catarro crónico bronquial con expectoración profusa mucosa.

·         Asma periódico.

·         Disnea permanente.

·         Reumatismo de la cadera.

·         Hinchazón de las mamas después del destete.

·         Mejora la diabetes mellitus.

·         Elimina los vermes.

·         Tos que da un aliento muy fétido.

·         Vértigo por mirar mucho tiempo un objeto (empeora al leer).

·         Dolores en el rostro.

·         Somnolencia después de alimentos

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario