24 feb 2012

COMO DISMINUIR EL CULO Y AUMENTAR EL TAMAÑO DE LAS TETAS (Cap. 18 de Barcelona nació con los granados)

Capítulo 18

 

·         Para disminuir el culo y aumentar el tamaño de las tetas

·         Para aumentar el tamaño del clítoris

CORTEZA SUPRARRENAL 4 CH

PHYTOLACCA TM

·         Para disminuir el pecho y aumentar la adiposidad de los glúteos

·         Para disminuir la vellosidad en la cara y el tamaño del clítoris

CORTEZA SUPRARRENAL 9 CH

PHYTOLACCA 7 CH

 

La belleza

                                                                        "Deliro y no deliro.

                                                                          Me bastaría sólo

                                                                          que me necesitaras"

                                                                                                 Anacreonte

Se suele decir

en relación a lo corporal que:

La belleza pasa como el sueño,

fugaz, inabarcable, sin destino,

como si todos esperásemos

lo mismo de ella.

 

Desearíamos que se detuviera

un instante sobre el labio,

pero para sentir mejor el beso

es preferible cerrar los ojos.

Hay que descubrir la mirada

aunque se halle perdida en el aire

o el cabello, volver en oro la sombra,

los ocasos, del bellísimo instante

en que el latido del mundo se impone.

 

La palabra puede ser tanto más bella: 

una frase de amor acompaña mejor,

al cuerpo amado cuando las sílabas

se convierten en una rosa

que enciende las tinieblas 

y el fuego que desciende de la noche.

 

Cuando despunta el alba silenciosa

y las sombras blancas envuelven

el lugar en donde estamos tan unidos,

nuestros ojos de té descubren

lentamente las estrellas que se adormecen.

 

Las ondas electromagnéticas

de diferente longitud de onda

de las soleadas Ramblas de Barcelona

forman un abanico de colores en mi retina;

de igual forma el reflejo de unos ojos

apasionados pueden disparar el Arco Iris

                                                                  Silvia M. Folch

 

Muchas mañanas la veía avanzar a paso vivo por el Bd. Magenta. Su bastón blanco apenas si se posaba sobre el suelo. Iba segura del espacio que recorría y sus pulmones eran dos alas que la entornaban cada vez que respiraba y sus tetas crecían como si fueran un parachoques, todo lo contrario que las mandarinas de Yvette. Iba sumida en el ámbito azul de cueva aérea creado por el tacto de sus oídos que amanecían como el día. Arco abovedado de una soledad llena de pensamientos como latidos, nuestra ciega vecina renovaba la existencia sin que en derredor nada desplazara. Tan suave y silenciosa recorría el boulevard.

 

¿Dónde terminaría su veloz viaje por dentro de sí misma, mientras una sinfonía de aromas creaba la distancia? Muchas mañanas la veía cómo apretaba los dientes para enfrentarse al duro ejercicio. La veía  redimir con los intermitentes relámpagos blancos de su bastón la gris materia sin sueño de tantas horas de mi vida. A veces me cruzaba con ella para verla de cerca y después mis ojos la seguían hasta donde ya no estaba. Me imaginaba las ventanas siempre abiertas de su casa: una mansión dorada y cálida. Y ya dentro, en mi imaginación me olvidaba de sus habitantes para hacer más hondo el reconocimiento de un espacio con los muebles permanentemente fijados al suelo de forma que para ella debía ser un laberinto por el que entraba y salía como lo hacía del Inframundo de su noche.

 

Cierto día me armé de valor y yendo a su encuentro le dije si me permitía acompañarla. Sorprendentemente se colgó de mi brazo y con tres cortas palabras hizo que mi corazón diera un vuelco: Eres Elisa ¿No? –me dijo- Sí. ¿Cómo sabe mi nombre? Eres la vecina de la casa contigua ¿No? Contestó con naturalidad. Te reconozco –continuó- porque te has cruzado conmigo muchas veces y tu olor a mar es inconfundible. En aquel paseo no sé si ella se colgaba de mi brazo o yo me apoyaba en ella. Ella debió notar mi temblor interno y me invitó a tomar una taza de té en su casa.

 

Su mandíbula era un poco ancha y denotaba una fortaleza más bien masculinoide. Su pelo bien cuidado y recogido en cola de caballo le dejaba el rostro limpio y al descubierto una frente exenta de arrugas y algo prominente. A medida que íbamos hablando sentía que no sólo no me daba lástima por su ceguera sino que además me producía placer conversar con ella. Cuando se lo conté a Yvette lo primero que me dijo era que quería conocerla. Catherine estuvo encantada también de discutir con Yvette sobre filosofía o psicología. Oyéndolas a las dos tenía la sensación de estar en la Academia de Platón; sólo faltaba el letrero en la puerta de la sala de estar "que no entre nadie que no sepa geometría".

 

Balzac tenía ideas orientales  sobre la creencia en que la energía sexual y la creativa son una y la misma cosa. Como consecuencia de ello, si la energía se emplea en prácticas eróticas, se gasta, y se pierde poder creador –comentaba Catherine-. Desde ese punto de vista, cada noche de amor que vivo con Elisa dejo de escribir por lo menos una novela –respondía Yvette-  y no quiero ni pensar en la cantidad de poemas que no he escrito debido a las noches que Elisa y yo hemos dedicado al sexo masculino. Catherine reía. Yo enrojecía y creía que Catherine no me veía, pero mi sudoración me traicionaba aumentando mi olor corporal. Pero me producía placer estar las tres juntas.

 

Catherine continuando con su discurso decía más o menos: "Balzac sentía marcada predilección erótica por las mujeres mayores que él. Por eso escribió "sólo el último amor de una mujer puede satisfacer el primer amor de un hombre". Ahí encontramos otra vez el pensamiento único de la realidad". Yo estaba convencida ya desde hacía años de que no todas las mujeres son iguales y que no todos los comportamientos se han de someter a la corta imaginación de autores que pretenden conocer "a todos los seres humanos" como si saliéramos de un molde de la fundición de Petit Quevilly.

 

¿Tan difícil es pensar que cada persona es diferente? ¿Tan difícil es aceptar que cada individuo ve la realidad desde un ángulo distinto? Yo creo que todo intento de definir un patrón de belleza física o psíquica para todos, no sólo es una grosería para todos aquellos que no se ciñan marcadamente a él y una inmensa desgracia para los que caigan en sus cánones.

 

En París, Roma, Génova o Barcelona se mira a las motos como al culo de las mujeres, por la espalda y después de haber pasado por delante. Se está juzgando la figura física (y la psíquica también) en función de un patrón imaginario que se va abriendo paso gracias a la TV. Cirujanos plásticos y publicistas están imponiendo los modernos cánones de belleza al revestir de prestigio sus caricaturas de la perfección física y convertirlas en signos de "status".

 

Cuando llegué a Paris los peluqueros eran los consejeros de la belleza, pero su exageración –creo- era más bien un juego o entretenimiento que no hacía daño a nadie y, en parte, realzaban la individualidad de cada persona o por lo menos lo intentaban. La cirugía estética en esos años se consideraba exitosa cuando nadie la notaba. Yvette se sometió a varias operaciones de cirugía estética para borrar las cicatrices de su accidente y se sentía satisfecha de haber borrado muchas de aquellas horribles huellas.

 

Por su parte Catherine se había sometido a varias operaciones para que sus ojos artificiales simularan unos auténticos y casi lograba. Al conocerla más a fondo y cuando ya su distancia a mi corazón era mínima, comprendí que la vida estaba siempre más allá, al otro lado de lo que amamos o deseamos, en ese lugar donde infinitamente solos mágicamente a veces nacemos. A partir de compartir con ella algunas tardes poco a poco fui observando las revistas de la moda que se encuentran en todas las antesalas de las peluquerías.

 

En todas las portadas había "guapas estrellitas" en biquini, retratadas de espaldas (como las motos), con el torso vuelto hacia la cámara. Mirándolas con atención descubrí que sólo variaban las caras de las modelos, pues todas tenían el mismo cuerpazo retocado. Como en las ferias donde los niños meten la cabeza en el óvalo de un bastidor para fotografiarse con el cuerpo de Maciste "El Coloso", los editores de esas revistas se limitaban a sustituir cada semana la cara de la sempiterna culona que adornaba sus portadas.

 

Aquellas observaciones no pasaron sin consecuencias para mi concepción de la estética. Observé que tampoco las caras eran muy diferentes: el taller de hojalatería que todas debían frecuentar ofrecía un repertorio muy limitado de narices respingadas, bembas negroides y pómulos angulosos de vampiresa naíf. Nada molesta más a una mujer coqueta (eine Frau immer chic mit kokette Gang) –creo- que llegar a una fiesta donde otra invitada lleva el mismo vestido. Incomprensiblemente para mí es ver que van aceptando llevar todas los mismos morros hinchado por la silicona y las narices todas iguales de rectas.

 

La belleza uniforme degrada el gusto, anestesia la sensibilidad y tiende a robotizar el impulso erótico. El garbo no se puede copiar, es un don natural nacido de la autoestima que las Barbies clonadas abandonan en el quirófano por no atreverse a decir como el Quijote, "soy la que soy".

 

La evolución de un mercado que ya ha aceptado las ubres sintéticas, las liposucciones, los labios hinchados con colágeno, las caras planchadas con botox y las nalgas de ánfora egipcia infiltradas de guayacol, los cirujanos plásticos están abriendo otros horizontes: las vulvoplastias, que consisten en recortar los labios menores de la vagina para evitar que sobresalgan sobre los mayores, pues un creciente número de mujeres detesta que su vulva tenga forma de coliflor.

 

Un seno de una mujer, sea grande o pequeño, tiene una textura y una suavidad que ninguna sustancia química puede igualar. De hecho, gran parte del placer al acariciarlo consiste en sentir como se pone inhiesto y beligerante. Perder la sensibilidad de la vagina o de los senos en aras del éxito frívolo equivale a cambiar las satisfacciones profundas del ser humano por las glorias del maniquí. 

 

Mirando y escuchando a Catherine veo que es una criatura que vive en una galaxia ajena a esos problemas estéticos o en todo caso su estética pertenece más a un mundo interior muchísimo más rico del que sólo espera sacarlo a la luz a través de la palabra, de sus poros y de su aliento. Sólo le basta, como decía Anacreonte, ser necesaria".

 

De la misma forma que Damiana, la florista de la esquina nos necesitaba para vendernos flores y plantas ornamentales y se esforzaba como un corredor de fondo en ser amable y saludar a todos los vecinos que podía regalándoles los buenos días, todos necesitamos a alguien. En nuestra casa teníamos el servicio de limpieza y el de plancha cubierto por una mujer extraordinaria, discreta y diligente. Ella se mostraba contenta con su trabajo y nosotras también.

 

Catherine tenía una asistenta, Lucía (una especie de comodín), por las mañanas durante el día la señora de la limpieza que es también su cocinera y a menudo contrataba los servicios de alguna estudiante para que la acompañara a algunas conferencias o en cortos viajes de vacaciones. Según Yvette todos necesitamos a alguien para tener historia, para entrar en la aurora con las alas de un secreto, para atardecer en el horizonte cansado de otro corazón.

 

Catherine era una persona que mantenía pocas relaciones sociales, pero con las pocas personas que se relacionaba lo hacía con una intensidad y una profundidad inusual en el barrio en que vivíamos. Y como era de esperar congenió agradablemente con Yvette. Ambas compartían muchos puntos de vista a pesar de lo diferente de sus vidas.

 

Ambas, Catherine e Yvette, estaban de acuerdo en que todos necesitamos a alguien para que nuestras palabras se escuchen junto a una taza de té como señas de lo que en silencio constantemente arriba. Las dos mantenían en sus apreciaciones que todos necesitamos ser sueño de alguien para que se abra en nuestra soledad el cuerpo de lo invisible y abracemos su fantasma de luz hasta confundir el tiempo. Todos necesitamos penetrar en la memoria de alguien cuando la sangre desborda sus estrellas. Nuestra imagen –decían a menudo-, clara se refleja en la distancia hacia otro ser aunque no la veamos físicamente.

 

De la misma forma que no es necesario ver a Catherine desnuda para apercibirse de que sus caderas son ligeramente estrechas y sus piernas exentas de grasa, con una musculatura algo masculina en sus nalgas, ella, en su imaginación se hace una idea de nuestras curvas de una forma mucho más sutil: por el timbre de la voz, por el olfato y, sobre todo por las ideas que se desprenden de nuestras conversaciones y así se enamora sin equivocarse del junco tierno y del beso suave.

 

Yo también estoy de acuerdo en que nunca superamos los obstáculos solos, sino que siempre un corazón planta su rosa en el centro de nuestra gloria. Y su aroma nos devuelve a la pureza del principio. Siempre hay por lo menos una persona cuyo flujo de su mirar nos sostiene y si lloramos nuestras lágrimas resbalan por el espacio vacío que dejó otro corazón. 

 

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