Tarde de invierno
Es una tarde de invierno. Tú hablas, dices
que las noches son extrañas en Cadaqués.
Piensas de repente
-no sabes por qué- en la casa de Marta:
En Torre Valentina, cerca de la carretera,
en el desorden turístico de antiguos bosques
abandonados entre telarañas de orugas.
Empiezas a contarnos esa historia,
la manera en que aún sigue dentro de ti
y dices:
como alguien que anda junto al mar
y tiene sobre su piel la sombra de los pinos.
Estamos en el año 2.0_ _… y Marta Guillamón
dice en un mail que sigue enamorada.
¡Ah! Gary Cooper y su Árbol del Ahorcado.
Es una chica extraordinaria. Hay un túnel
que une su corazón y la música
de los bosques y las olas.
Un día escribió: ya nada me separa de ti,
y, otras cosas misteriosas sobre la vida.
Por ejemplo: 28 de julio;
el cielo es muy azul;
puede que algunas gaviotas
escapen del jardín del mar, salten
por encima del horizonte al oír los truenos.
En otra página dice:
Ahora los dos estamos en silencio.
Tú miras:
la playa, la marea, el sol rojo
como una viña en otoño,
donde alguien se ha lavado las manos.
Piensas en Marta Guillamón.
piensas en su miedo; en esa forma
en que a veces ves a una mujer
que huele una rosa; imaginas a esa dama
vestida de negro; cómo esa rosa crece
hacia adentro de esa Diosa del Amor;
cómo la invade poco a poco
con su aroma dulce y enfermo.
Es una tarde de invierno ideal
bajo la lluvia de Platja d'Aro
para soñar con un viaje a Paris
o con un verano en el barrio de Gracia
y cenas en el puerto de Barcelona.
Tú lo comprendes muy bien.
Es un viento que viene del mar,
un viento fresco y seco que llena el corazón
de homotéticos arpones
y de sueños ahogados.
El mundo –escribes-
es un lugar digno de ser vivido
aunque haya terrazas vacías
donde el viento devora lentamente
los restos de la noche.
Elisa R. Bach
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