10 sept 2011

Como se enciende una mujer

"…He intentado leer esos capítulos 37, 50 y 60 de los que habláis y me he perdido…" Santi

Respuesta:

Una vez dentro de la página de www.homeo-psycho.de hay que clicar en "capítulos anteriores"  Allí se encuentra la novela "La Chica de Kiefholzstrasse" clicar en ese título y veréis como se abren todos los capítulos. Luego se puede pinchar sobre el capítulo que queramos leer.

En el capítulo 37 se describe el tipo de mujer TARANTULA  reproducimos en el "Newsletter" como ejemplo de variedad de formas de "cómo se enciende una mujer". En este caso se estimula la imaginación con música rítmica, de percusión, etc

Capítulo 37

 

             Masturbación con música fuerte

                  TARANTULA HISPANA C15

 

Cuando La Bética se convirtió en el centro de todas las miradas del mundo, la luz brillaba como de costumbre bajo la ductibilidad del estaño, el Guadalquivir estaba lleno de comienzos y la esperanza renacía por enésima vez. Geómetras griegos y egipcios acudían a dar formas lineales a paisajes curvos y los espacios agrestes sufrieron bajo su actividad una transformación profunda y como si se tratara de una inversión en el plano, de redondos meandros surgieron canalizaciones rectas que extendieron la vida por toda La Bética.

 

Los arquitectos egipcios crearon hermosas fuentes donde beber el oxígeno entrelazado covalentemente con el hidrógeno, al tiempo que se podía besar de nuevo, una y otra vez, el mismo suelo que proporcionaba a los comerciantes "la plata" (estaño) que viajaba secretamente desde Galicia enriqueciéndoles al transportar el preciado metal estratégico por todo el Mundo Antiguo.

 

Puedo imaginar al cerrar los ojos como bajo el ruido de niños y carruajes, con aroma de pescado frito y vino, el calor de las fraguas se confundía con el sol. De ese concierto polifónico surgieron sucesivas civilizaciones que se iban solapando, depositando el fruto de los lingotes del preciado metal que asegurando el porvenir, permitía una demografía de millones de criaturas surgidas de una infinitud de besos. Plinio el Viejo cuando llegó con las primeras incursiones romanas estimó la población de la Bética en 10 millones de personas.

 

Más tarde, en el Renacimiento, hacia comienzos del siglo XVI, continuaban llegando a la Sevilla cosmopolita, cuna de numerosos artistas, desde Italia, entre ellos Velázquez, de la mano de artesanos atraídos, en esta ocasión, por el oro de las Américas. En esos momentos Hernán Ruiz realizó la obra más importante: La Giralda e imprimió una personalidad excepcional a 60 edificios, desde la Catedral al Ayuntamiento pasando por las iglesias de la Anunciación, San Pedro y San Vicente.

 

La delicadeza y refinamiento de los herederos de esos abrazos culturales atlántico-mediterráneos se pueden extraer por ejemplo de los bellos monumentos, de la suavidad del lenguaje de los habitantes de la zona o de la mirada del concupiscente hijo de El Greco en su RETRATO DE JORGE MANUEL TEOTOCÓPULOS. Alemania también se benefició de todas las materias primas que se traían desde "Las Indias" desarrollando la industria química más potente de Europa.

 

Aún hoy la vida florece, para deleite de turistas, en las estrechas calles entre Triana y La Giralda donde la luz del sol entra a raudales compitiendo con la blancura de los muros y con las flores de jazmín o Azahar. Algún día caminaré yo también peregrinando por la Macarena, Santa Cruz o el Parque de Maria Luisa, con la impresión de haber estado antes en esos rincones.

 

Vuelvo a mirar el cuadro del hijo de El Greco. Su mirada me recuerda a la de Niko que mientras me enseñaba a encuadernar libros solía volcar su calor sobre mi espalda hasta sonrojarme y susurrándome al oído como una brisa, sentía como se separaba una rodilla de la otra, ligeramente… y, a diferencia de los hombres, dedos a la obra. Me vuelvo a encender con sólo pensar en ello.

 

Niko duerme. Yo escribo. Pensando en ese idílico lugar de la Bética me estoy  emborrachando de un fuerte sentimiento estético al pensar en la escultura, en la música, en la pintura… ¡tan sólo a tres metros escasos de su maduro aunque hermoso y aún muy erótico cuerpo! El ardiente deseo sigue quemando en mi entraña. Nos hemos amado durante toda la tarde después de haber visitado a Antonia. He tenido múltiples éxtasis y después de cada uno de ellos mi ardor no se ha apaciguado, al contrario ha ido en aumento. Esa sensación no la había vuelto a sentir desde hacía mucho tiempo.

 

Ahora mismo mientras escribo vuelvo a sentir una fuerte titilación; tengo puestos los auriculares para no despertar a mi amor. Estoy escuchando música rítmica caribeña, con fuerte percusión y al apretar mis muslos vuelvo a sentir las agradables punzadas en mi bajo vientre a cada golpe de notas y las deseadas oleadas de placer me suben, escalando por los arpegios, hasta los pezones como cuando Niko enreda sus dedos en mi pubis. El placer es largo, intenso y relajante. Sólo así puedo volver junto a mi amado, abrazarme a su pecho y dormirme como la primera vez que hicimos el amor.

                                                                                                                                    Elisa

 

"Freud trató de demostrarle al yo que ni siquiera es dueño de su propia casa"

                                                                                                      Roger Trigg

 

Freud mantiene que el inconsciente es mucho más extenso e importante que el consciente, que sólo despunta como la superficie de un iceberg.

 

Según "la primera endoscopia psicológica del ser humano" realizada por Freud existen dos grandes fuentes de energía: LA LIBIDO, instinto de la sexualidad o Eros, y THANATOS, instinto destructivo, incorporado posteriormente por influencia de Jung. La líbido está motivada por el "principio del placer", que consiste en la búsqueda instintiva del placer sexual. Toda actividad psíquica tiene como objeto procurar el placer y evitar el dolor. Lo que se busca es que las necesidades instintivas sean inmediatamente satisfechas.

                                                                                                                  Leo P. Hermes

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